SANA DOCTRINA - Ministerio de Difusión Bíblica

La primera resurrección

 

Un sermón predicado la mañana del domingo 5 de mayo de 1861

Por Charles Haddon Spúrgeon

En el Tabernáculo Metropolitano, Newington. Londres.

 

 

“Y vi tronos, y se sentaron sobre ellos los que recibieron facultad de juzgar; y vi las almas de los decapitados por causa del testimonio de Jesús y por la palabra de Dios, los que no habían adorado a la bestia ni a su imagen, y que no recibieron la marca en sus frentes ni en sus manos; y vivieron y reinaron con Cristo mil años. Pero los otros muertos no volvieron a vivir hasta que se cumplieron mil años. Esta es la primera resurrección. Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección; la segunda muerte no tiene potestad sobre estos, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él mil años.”   Apocalipsis  20. 4-6

 

“Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios; y los libros fueron abiertos, y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida; y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras.”   Apocalipsis 20. 12

 

Mis amigos, ustedes darán testimonio de que muy rara vez me inmiscuyo en los misterios del futuro con respecto a la segunda venida, el reinado milenial o la primera y segunda resurrección. Sin embargo cada vez que hemos encontrado esos temas en nuestras exposiciones, no hemos rehuido el punto. Ahora, si he de sentirme absolutamente culpable en este asunto, es más bien por callar demasiado que por decir demasiado. 

 

Y ahora, al presentar estos pasajes, diría que no lo hago para recrear sus curiosidades acerca de estos advenimientos, o que pueda pretender tener la verdadera clave de las profecías que aún no se han cumplido. Difícilmente creo que sería justificable para mí dedicar mi tiempo a estudios proféticos para los cuales no tengo el talento necesario, ni es la vocación a la que mi Maestro me ha ordenado. Y creo que algunos ministros harían mucho más por el beneficio del pueblo de Dios, si predicaran más sobre el primer advenimiento y menos sobre el segundo.

 

Pero he escogido este tema porque creo que tiene implicancias prácticas y puede ser útil, instructivo y estimulante para todos nosotros. Encuentro que el más ferviente de los predicadores puritanos no se abstuvo de insistir en estos misteriosos temas. Me dirijo a Charnock, y en su disquisición sobre la Inmutabilidad de Dios, no duda en hablar de la conflagración del mundo, del reino milenial y de los cielos nuevos y tierra nueva.

 

Me dirijo a Richard Baxter, un hombre que, por encima de todos los demás hombres, amaba las almas de los hombres, que quizás más que cualquier otro hombre con la excepción del Apóstol Pablo. Sufrió dolores de parto por las almas, y lo encuentro haciendo una flecha de púas de la doctrina de la venida del Señor y clavando esta gran Verdad en el mismo corazón y conciencia de los incrédulos, como si fuera una espada del Cielo.

 

Y también John Bunyan, John sencillo y honesto, el que predicaba con tanta sencillez que un niño podía comprenderlo, y ciertamente nunca fue culpable de haber escrito en su frente la palabra "Misterio", él también habla del advenimiento de Cristo y de las glorias que seguirán, y usa esta doctrina como un estímulo para los santos y como amonestación a los impíos.

 

Por lo tanto, no creo que deba temblar si se me acusa de presentar ante ustedes un tema inútil. Será provechoso si Dios bendice la palabra, y si es Palabra de Dios podemos esperar Su bendición si la predicamos toda, pero no la bendecirá, si nos abstenemos de enseñar alguna parte de Su consejo porque en nuestra pretendida sabiduría imaginamos que no tendría efecto práctico.

 

Ahora, mis queridos amigos, al presentarles nuevamente estos textos, sólo señalaré que en el primer texto que se relaciona con el pueblo de Dios, tenemos tres grandes privilegios. Y en el segundo texto, que se relaciona con los impíos que no están en el pacto con Cristo, tenemos tres grandes y terribles cosas que pronto percibirán.

 

 

I. En primer lugar, tomaremos el primer texto con sus TRES PRIVILEGIOS. “Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección; la segunda muerte no tiene potestad sobre estos, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él mil años”.

 

Antes de proceder a entrar en estos privilegios, debo señalar que se han propuesto dos modos de entender este versículo, los cuales creo que son insostenibles. He estado leyendo cuidadosamente a través de Albert Barnes. En su opinión, la primera resurrección de la que aquí se habla es una resurrección de principios: una resurrección de la paciencia, el coraje intrépido, la santa audacia y la constancia de los antiguos mártires. Él dice que estos grandes principios han sido olvidados y, por así decirlo, enterrados y que durante el reinado espiritual de Cristo que ha de venir, estos grandes principios tendrán una resurrección.

 

Ahora, les pido que, al leer ese pasaje, ¿piensan que este es el significado? ¿Algún hombre creería que ese es su significado, si no tuviera alguna tesis que defender? El hecho es que a veces leemos las Escrituras pensando en lo que debería decir, más que en lo que dice. No dudo en afirmar que cualquier persona ingenua, que estuviera decidida a descubrir la mente del Espíritu y no a encontrar un método por el cual las palabras pudieran ser obligadas a expresar su propia mente diría que la resurrección de los principios o la resurrección de doctrinas no dan el justo significado de las palabras aquí enunciadas.

 

Hermanos, ¿no podéis percibir a simple vista que ésta es la resurrección de los hombres? ¿Y no es también una resurrección literal? ¿No dice: “Vi las almas de los decapitados por causa del testimonio de Jesús”? ¿No está escrito: “Los demás muertos no vivieron?” ¿Significa esto el resto de los principios muertos? ¿El resto de las doctrinas muertas? No puedes traducirlo así. Es, y no tenemos ninguna duda de que sea una resurrección literal de los santos de Dios y no de principios ni de doctrinas.

 

Pero se ha propuesto otra interpretación. Una vez tuve la desgracia de escuchar a un excelente amigo mío que estaba predicando sobre este mismo texto. Y debo confesar que no asistí con mucha paciencia a su exposición. Dijo que significaba bienaventurado y santo el que ha nacido de nuevo, el que ha sido regenerado y así ha tenido una resurrección de obras muertas por la resurrección del Señor Jesucristo. 

 

Mientras predicaba, no pude evitar desear poder proponerle la dificultad, de cómo haría que esta interpretación metafórica concordara con el hecho literal de que el resto de los muertos no vivieron hasta que se cumplieron los mil años. Porque si la primera resurrección de la que aquí se habla es una resurrección metafórica, o espiritual, o típica, por qué la siguiente donde se habla de la resurrección de los muertos debe ser espiritual, mística y metafórica también.

 

Ahora, nadie estaría de acuerdo con esto. Cuando lees un capítulo, no debes decir: "Esta parte es un símbolo, y debe leerse así, y la siguiente parte debe leerse literalmente". Hermanos, el Espíritu Santo no mezcla metáforas y hechos juntos. Un libro típico tiene indicaciones claras de su intención y cuando te encuentras con un pasaje literal en un capítulo típico, siempre está adjunto a algo que es claramente literal, de modo que usted no puede, sin violar el sentido común, dar un significado típico de eso.

 

El hecho es que, al leer este pasaje con un juicio imparcial, sin ningún propósito para que a de servir, sin teoría que defender, y confieso que no tengo ninguna, porque sé muy poco acerca de los misterios por venir que hay que resolver, no puedo evitar ver aquí que se habla de dos resurrecciones literales, una de los espíritus de los justos y la otra de los cuerpos de los impíos, uno de los santos que durmieron en Jesús, a quien Dios traerá consigo, y otro de los que viven y mueren impenitentes, que perecen en sus pecados.

 

Pero esto a modo de prólogo al primer texto. Ahora, permítanme proceder a demostrar que en éste pasaje, hay TRES PRIVILEGIOS.

 

1. Ahora bien, en cuanto al PRIMER PRIVILEGIO, es la prioridad de la resurrección. Creo que la Escritura es sumamente clara y explícita sobre este punto. Tal vez hayas imaginado que todos los hombres resucitarán al mismo tiempo, que la trompeta del arcángel abrirá todos los sepulcros en el mismo instante y sonará en el oído de todos los que duermen en el mismo momento. Tal acontecimiento no creo que sea el testimonio de la Palabra de Dios.

 

Creo que la Palabra de Dios enseña; y enseña indiscutiblemente, que los santos resucitarán primero. Y cualquiera que sea el intervalo de tiempo, si los mil años son años literales o un período de tiempo muy largo, ahora no estoy a punto para determinarlo. No tengo nada que ver excepto con el hecho de que hay dos resurrecciones, una resurrección de los justos, y después de los injustos, un tiempo en que los santos de Dios resucitarán, y un tiempo posterior cuando los impíos resucitarán para condenación.

 

Ahora los referiré a uno o dos pasajes de las Escrituras y usarán sus Biblias y me seguirán. Primero, veamos las palabras del Apóstol en ese capítulo que usamos generalmente como un servicio en los entierros, la Primera Epístola a los Corintios, 15. 20-24: “Pero ahora Cristo ha resucitado de los muertos; primicias de los que durmieron es hecho. Porque por cuanto la muerte entró por un hombre, también por un hombre la resurrección de los muertos. Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados. Pero cada uno en su debido orden: Cristo, las primicias; luego los que son de Cristo, en su venida. Luego el fin, cuando entregue el reino al Dios y Padre, cuando haya suprimido todo dominio, toda autoridad y potencia”.

                 

Hasta ahora, ha habido un intervalo de dos mil años entre “Cristo, las primicias”, y el “después los que son de Cristo, en Su venida”. ¿Por qué no entonces mil años entre esa primera resurrección y “el fin”? He aquí una resurrección de los que son de Cristo, y sólo de ellos. En cuanto a los impíos, uno apenas sabría que surgirían en absoluto de este pasaje, si no fuera por la declaración general, “Todos serán vivificados”, e incluso esto puede no ser tan completo como parece a primera vista. Me basta que aquí haya una resurrección particular y exclusiva de los que son de Cristo.

 

Vaya a otro pasaje, que quizás sea aún más claro, la Primera Epístola a los Tesalonicenses, 4. 13, “Pero no quiero, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como otros que no tienen esperanza. Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en Jesús”. 

 

“Por esto os decimos por la palabra del Señor, que nosotros, los que estamos vivos y que permanezcamos hasta la venida del Señor, no impediremos”–o tendremos una preferencia más allá–“a los que están dormidos. Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero; luego nosotros, los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en el nubes, para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor”.

 

Aquí no se dice nada sobre la resurrección de los impíos. Sólo se afirma que los muertos en Cristo resucitarán primero. Nuestro Apóstol evidentemente está hablando de una primera resurrección, y como sabemos que una primera resurrección implica una segunda, y como sabemos que los impíos muertos no resucitaran como los muertos justos, deducimos de que los muertos impíos resucitarán en la segunda resurrección, después de que se haya cumplido el intervalo entre las dos resurrecciones.

 

Vaya a Filipenses 3, versículos 8 y 10-11 y compare los dos. “Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo”. “Si en alguna manera llegase a la resurrección de entre los muertos”.

 

¿Qué quiere decir allí? Todos se levantarán, ningún cristiano ortodoxo lo duda. La doctrina de una resurrección general es recibida por toda la Iglesia cristiana. ¿Qué es, pues, esta resurrección de la cual Pablo se estaba esforzando, si de alguna manera pudiera alcanzarla? No puede ser una resurrección general que cualquiera pudiera alcanzarla; pues, si así fuera cada uno viviría como quisiera.

 

Debe haber sido alguna resurrección superior, de la cual sólo serán partícipes aquellos que hayan conocido a Cristo y el poder de Su resurrección, habiendo sido hechos semejantes a Su muerte. 

Creo que no puedes interpretar este pasaje o darle alguna fuerza de significado, sin admitir que debe haber una resurrección previa de los justos antes de la resurrección de los injustos. Si buscan un pasaje en Lucas 20. 35-36, que probablemente esté fresco en sus memorias, encontrarán allí algo que me aventuro llamar una prueba clara de una resurrección especial.

 

Los saduceos habían propuesto una dificultad en cuanto a la relación de hombres y mujeres en el estado futuro y Jesús dice aquí: “Porque en la resurrección ni se casarán ni se darán en casamiento, sino serán como los ángeles de Dios en el cielo; y porque son hijos de Dios, también son hijos de la resurrección”.

 

Ahora, hermanos, hay algo de dignidad necesaria para esta resurrección. ¿No lo percibes? Hay una distinción en ser llamados hijos de la resurrección. De nuevo digo, no duden de que todos se levantaran. Entonces, en ese sentido, todo hombre al ser hijo de la Resurrección, no requerirá ningún mérito en absoluto para su resurrección.

 

Debe haber, entonces, una resurrección para la cual se necesita dignidad, una resurrección que será un privilegio distinguido, el cual, una vez obtenido, conferirá a su poseedor el privilegio distinguido y honorable título de “hijo de la resurrección”. Me parece que esto es bastante claro y se puede poner más allá de toda disputa. 

 

En el capítulo 14 del mismo Evangelio, en los versículos 13-14, dijo: cuando hagas banquete, llama a los pobres, los mancos, los cojos y los ciegos; y serás bienaventurado; porque ellos no te pueden recompensar, pero te será recompensado en la resurrección de los justos.

 

No insistiría en que esto probaría que los justos resucitaran en un momento diferente. Sino que todavía habrá una resurrección de los justos, y por otro lado, habrá una resurrección de los injustos, y el tiempo de la retribución de los justos será en la resurrección de los justos, de la que se habla como un periodo particular.

 

Bien podría haber dicho: “Serán recompensado en la resurrección general”. Entonces no hubiera sido necesario de haber dicho: “En la resurrección de los justos” si las dos resurrecciones habrían de suceder al mismo tiempo. Las palabras “de los justos” serían superfluas en el pasaje a menos que se refieran a alguna época distinguida y distinta de la resurrección de los injustos. No diré que esto sea una prueba clara, pero aun así, todas estas cosas juntas, con otros pasajes que podría citar si el tiempo no me faltara, creo que establecería sobre una base bíblica la doctrina de las dos resurrecciones. 

 

Pero me referiré a uno más, que me parece sumamente claro, en Juan 6. 39, 40, 44, 54. “Y esta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero, Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero, Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere; y yo le resucitaré en el día postrero, El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero”. En estos versículos el Salvador habla cuatro veces más de Su propio pueblo creyente y les promete una resurrección. “Yo lo resucitaré en el día postrero”. Ahora, ¿hay algún gozo o belleza en esto, para el pueblo de Dios en particular, a menos que haya una especialidad en ello para ellos? Sería suerte de todos si pudieran levantarse en la primera resurrección y sin embargo ¡Aquí es un privilegio sólo para los elegidos! Entonces, hermanos, seguramente hay una resurrección diferente.

 

Además, todavía hay un pasaje que ahora me viene a la memoria en Hebreos 11. 35, donde el Apóstol, hablando de las pruebas de los piadosos, y de su noble resistencia, habla de ellos como, “no aceptando el rescate, a fin de obtener mejor resurrección”. Lo mejor no estaba en los resultados posteriores a la resurrección, sino en la resurrección misma.

 

¿Cómo, entonces, podría ser una mejor resurrección, a menos que haya alguna distinción entre la resurrección del santo y la resurrección del pecador? Que la primera sea una resurrección de esplendor, y la otra una resurrección de tristeza y horror. Está marcada división entre las dos resurrecciones indican que, como fue desde el principio, lo será hasta el fin; y es que el Señor ha hecho diferencia entre el que teme a Dios y el que no le teme.

 

Soy muy consciente de que no he podido argumentar tan bien y que cualquier antagonista pueda replicar, pero el tema es que he estado predicando a mi propia congregación en lugar de pelear con los oponentes; y espero que estos, tomen estos pasajes y los sopesen por sí mismos, y si no les enseñan que los muertos en Cristo resucitarán primero, no me crean si yo digo que sí. Pues, si no pueden percibir el hecho por sí mismos, si el Espíritu Santo no se los muestra, entonces lean el pasaje otra vez, y luego traten de encontrar, si pueden, otro significado mejor.

 

No tengo ningún propósito para servir, excepto para hacer que La Escritura sea lo más clara posible para usted. Y digo una vez más, no tengo la menor sombra de duda en mi propia alma que estos pasajes nos enseñan que habrá primeramente una resurrección de la cual se dirá: “Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección; porque sobre éstos la segunda muerte no tiene potestad, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él mil años”.

 

2. Paso ahora al SEGUNDO PRIVILEGIO prometido a los piadosos. La segunda muerte sobre ellos no tiene ningún poder. Esta también es una muerte literal, no obstante ser literal su principal terror es espiritual, porque una muerte espiritual es tan literal como una muerte carnal. La muerte que vendrá sobre los impíos sin excepción nunca podrá tocar a los justos. 

 

Oh, hermanos, lo mejor de todo en cuanto a la primera resurrección es si Cristo la ha concedido a su pueblo, debe haber algo glorioso en ella aunque ahora no podamos percibirla. “Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es”. Creo que las glorias de la primera resurrección pertenecen a las glorias que serán reveladas a nosotros.

 

¿Cuál será la majestad de esa forma en la que resucitaremos, cuál será la distinguida felicidad que entonces disfrutaremos? Sólo podemos imaginarlo muy vagamente, ahora no podemos saberlo en su totalidad. Pero en este punto podemos entender lo que dice la Escritura; y entenderlo muy bien, que la condenación, la muerte segunda, no tendrá poder sobre los que resuciten en la primera resurrección. ¿Cómo podría? ¿Cómo podría caer la condenación sobre cualquiera, sino sobre aquellos que son pecadores y son culpables de pecado?

 

Pero los santos no son culpables de pecado. Han pecado como los demás y eran por naturaleza hijos de ira como los demás. Pero su pecado ha sido quitado y puesto sobre la cabeza del antiguo macho cabrío. Él, el Sustituto Eterno, nuestro Señor Jesús, quien llevó todas sus culpas y sus iniquidades al desierto del olvido, donde nunca serán halladas contra ellos nunca jamás. Visten la justicia del Salvador, así como han sido lavados en Su sangre. ¿Y qué ira puede recaer sobre el hombre que no sólo es inocente por la sangre, sino que es meritorio por la justicia imputada?

 

¡Oh, brazo de la Justicia, que no te atreves a herir a los lavados con Su sangre! Oh, llamas del Infierno, ¿cómo podría incluso el aliento de vuestro calor pasar sobre el hombre que está a salvo cubierto por las heridas del Salvador? ¿Oh muerte, destrucciones, horrores, tinieblas, plagas y terrores, cómo les podría ser posible tanto como para volar como una nube sobre el cielo sereno del espíritu que ha encontrado la paz con Dios a través de la sangre de Cristo? No, hermanos,

 

“Audaz me mantendré firme en ese gran día;
Porque ¿quién pondrá algo a mi cargo?
Mientras, por tu sangre, estoy absuelto
De la tremenda maldición y vergüenza del pecado”.

 

Habrá una segunda muerte, pero sobre nosotros no tendrá poder. ¿Entiendes la belleza de la imagen? Como si pudiéramos caminar a través de las llamas del Infierno y no tuvieran más poder para devorarnos, más que cuando los niños santos paseaban con facilidad sobre las brasas del horno calentado siete veces por Nabucodonosor.

 

La muerte puede tensar su arco y ajustar la flecha a la cuerda, ¡pero nosotros nos reímos de ti, ¡oh Muerte y tú, oh diablo, vamos a despreciar! Porque sobre vosotros dos, enemigos del hombre, seremos más que vencedores por medio de Aquel que nos ha amado. Nos mantendremos invulnerables e invencibles, desafiando y riéndonos despreciando a todos nuestros enemigos. Y todo esto porque hemos sido lavados del pecado y cubiertos con una justicia inmaculada.

 

Pero hay otra razón por la cual la segunda muerte no puede tener poder sobre el creyente, porque cuando el príncipe de este mundo venga contra nosotros, podremos decirle lo que hizo nuestro Maestro a nuestro favor; de manera que “Él no tendrá nada contra nosotros". Cuando resucitemos, seremos libres de toda corrupción. “Limpiaré su sangre que no he limpiado, porque el Señor habita en Sión”. “Sin mancha ni arruga, ni cosa semejante”, sin siquiera la sombra de una mancha que el ojo de la omnisciencia pueda descubrir, seremos tan puros como Adán antes de su caída, tan santos como la humanidad Inmaculada cuando salió de la Mano Divina.

 

Seremos mejores que Adán, porque Adán pudo pecar, pero estaremos establecidos en la bondad, en la Verdad y en justicia que ni siquiera seremos tentados de nuevo, mucho menos tendremos temor alguno de caer. Estaremos de pie sin mancha ni falta en el último gran día.

 

Hermanos, levanten vuestras cabezas. Luchen contra el pecado, no sean abatidos por las dudas, levanten sus cabezas y sequen las lágrimas de sus ojos. Vienen días como los ángeles no los han visto, pero tú los verás. Vienen tiempos en que vuestros espíritus ya no temerán más la cadena, ni aún recordarán el ajenjo y la hiel.

 

“Qué, aunque tus pecados innatos requieren
tu carne para ver el polvo:
Sin embargo, como el Señor tu Salvador resucitó,
Así deben hacerlo todos sus seguidores”.

 

Y cuando se levanten dejarán atrás al viejo Adán. ¡Bendito día! Una de las partes más benditas del Cielo, arriba del Cielo o abajo del Cielo, será la libertad de la tendencia al pecado, una muerte total a esa vieja naturaleza que ha sido nuestra plaga y aflicción.

 

Todavía hay un tercer privilegio en el texto, sobre el cual hablaré brevemente. Creo que este será también una de las glorias que serán reveladas.

 

3. El TERCER PRIVILEGIO del texto es: “Reinarán con Él mil años”. Aquí hay otro punto sobre el cual ha habido una larga y muy vigorosa contienda.

 

Se creía en la Iglesia primitiva, no sé si hay algún fundamento bíblico para la fecha precisa que fijaron, que el séptimo mil años de la historia del mundo sería un día de reposo, que así como había seis días de trabajo en la semana y el séptimo era un día de descanso, así el mundo tendría seis mil años de trabajo y dolor y el séptimo mil sería un año de descanso. Yo digo que no sé qué La Escritura diga algo sobre eso; pero también sé que no hay nada en contra de eso. 

 

Yo creo que el Señor mismo vendrá, “pero de aquel día y de aquella hora nadie sabe, ni aun los ángeles de Dios”. Y creo que es inútil intentar fijar el año o incluso el siglo en que Cristo vendrá. Nuestro negocio es esperarlo siempre, estar siempre esperando su aparición, velando por su venida, para que ya sea que venga al canto del gallo, a la medianoche o a la vigilia de la mañana, estemos listos para entrar con las vírgenes prudentes a las bodas, y regocijarnos con nuestro Amado.

 

Si se han dado fechas, no puedo encontrarlas en este momento. Todas estas fechas y misterios puedo dejárselos a hombres mucho más eruditos y a hombres que se dediquen a ello. El libro de Apocalipsis necesita otra clase de expositores además de aquellos que han llenado nuestros estantes hasta que gimen, porque generalmente han hecho que la confusión sea peor. Sus exposiciones han sido más bien “una obviación” que una revelación. Más bien han oscurecido el consejo con palabras sin conocimiento que aclarado las cosas oscuras. 

 

Estoy dispuesto a ir tan lejos como fue mi predecesor, el Dr. Gill, tan lejos como llegaron los antiguos padres de la Iglesia, tan lejos como habrían llegado Baxter y Bunyan, pero no ir más allá. Sin embargo, creo que nosotros podemos decir esta mañana que hay en nuestro texto una clara promesa de que los santos han de reinar con Cristo mil años, y creo que han de reinar con Él sobre esta tierra. 

 

Hay algunos pasajes que creo que adquieren una singular plenitud de significado si esto es cierto. Vaya al Salmo 37. 10, 11. Es ese Salmo en el que David se ha estado inquietando a causa de los malhechores y su prosperidad sobre la tierra. Él dice: “Pues de aquí a poco no existirá el malo; Observarás su lugar, y no estará allí. Pero los mansos heredarán la tierra, Y se recrearán con abundancia de paz”. Puedes interpretar que eso significa que el hombre manso goce mucho más de los bienes de este mundo que el pecador, y que tendrá abundancia de paz. Pero creo que le has dado un significado magro, un significado muy magro en verdad.

 

Si es verdad que estos mansos aún poseerán esta misma tierra, y que aquí, en la abundancia de paz a través del reinado del Mesías, se regocijarán en ella, creo que has encontrado un significado más completo, y uno que tiene un significado similar al de Dios. Así es que las promesas de Dios siempre tienen un significado más amplio del que nosotros podamos imaginar.

 

Ahora bien, en este caso, si sólo significa que los mansos van a tener lo que ganan en esta vida, en verdad es muy poco, si sólo van a tener lo que disfrutan aquí en la tierra, también es poco, creo que si en esta vida ellos sólo tendrán esperanza, son los más miserables de los hombres, si sólo significa eso, entonces la promesa significa menos de lo que podríamos concebir lo que realmente significa. Pero si eso significa que tendrán gloria incluso aquí, entonces le has dado uno de los significados más amplios que puedas concebir, un significado como los significados que generalmente se dan en las promesas de Dios: amplio, grande, extenso y digno de Él. 

 

Hermanos, en la actualidad los mansos no heredan la tierra en gran medida, esperamos que esto acontezca en otra era. Permítanme citar el lenguaje de Cristo, para que no piensen que este pasaje es peculiar de la antigua dispensación o Antiguo Testamento: “Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la tierra”. ¿Cómo? ¿Dónde? ¿Cuándo? No ahora, ciertamente, no en los días de Cristo, no en los tiempos apostólicos de ninguna manera.

 

¿Hermanos, qué heredaron los mansos? La hoguera, las llamas, los potros, las tenazas, las mazmorras. De hecho, su herencia no era nada. Eran indigentes, seguidores, atormentados. Deambulaban vestidos con pieles de cordero y de cabra, y si los mansos alguna vez han de heredar la tierra, ciertamente debe ser en alguna era por venir, porque nunca la han heredado todavía. 

 

Vaya de nuevo a un pasaje en Apocalipsis 5. 9-10: “Y cantaban un cántico nuevo”. Es el mismo cántico que cantamos esta mañana y dice así: “Digno eres de tomar el Libro y de abrir sus sellos; porque Tú fuiste inmolado, y con Tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo. y nación. Y nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra”.

 

Si alguien cuestiona la autenticidad de estas palabras, no lo sé. Pero si significan algo en absoluto, es porque el Espíritu Santo tuvo la intención de establecer algún significado, y seguramente debe haber sido que el pueblo de Cristo reinará sobre la tierra. 

 

Además, recuerda las palabras de nuestro Salvador en Mateo 19. 28-29, donde en respuesta a una pregunta que le había planteado Pedro acerca de lo que Sus santos deberían tener como pérdida como resultado por Su causa, Él les dijo: “De cierto os digo que en la regeneración, cuando el Hijo del Hombre se siente en el trono de su gloria, vosotros que me habéis seguido también os sentaréis sobre doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel. Y cualquiera que haya dejado casas, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierras, por mi nombre, recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna”.

 

Objeciones por las que parece que Cristo ha de venir aquí en la regeneración, cuando en un mundo recién nacido habrá gozos aptos para los espíritus recién nacidos, y entonces habrá esplendores y glorias para los Apóstoles primeramente, y para todos aquellos que de alguna manera han sufrido alguna pérdida por Cristo Jesús. 

 

Encontrará pasajes como estos en La Palabra de Dios “Jehová de los ejércitos reinará en el monte Sión y en Jerusalén, y gloriosamente delante de sus ancianos”. Encuentra otro como este en Zacarías, “Mi Dios vendrá con la multitud de sus santos”. De hecho, ahora no podría tomar su tiempo citando muchos pasajes en los que me parece que nada más que el triunfo en el mismo lugar donde han peleado la batalla, nada más que la gloria en el mismo lugar donde han tenido el tira y afloje, se reunirá el significado de la Palabra de Dios.

 

Espero esto con gozo, que aunque pueda dormir en Cristo antes de que venga mi Maestro, y no sé si será o no, pero resucitaré en el día de Su aparición, y seré recompensado en la resurrección de los justos si le he servido verdadera y fielmente. Y esa recompensa será, ser hechos semejantes a Él, y participar de Sus glorias ante los ojos de los hombres, y reinar con Él durante los mil años. 

 

El Dr. Watts, creo, entendió que Cristo vendrá literalmente, porque dice:

 

“Tampoco parece aún
cuán grandes debemos ser hechos;
Pero cuando vemos a nuestro salvador aquí
Seremos como nuestra Cabeza”.

 

“Una esperanza tan divina

Que las pruebas perduren bien,
Que purguen nuestras almas del sentido y del pecado
Como Cristo el Señor es puro.”

 

Pero para guardar lo que he dicho, y para hacer otra observación, esta doctrina que acabo de predicar no es impracticable. Porque a lo largo del Nuevo Testamento, cada vez que el  Apóstol quiere estimular a los hombres a la paciencia, al trabajo, a la esperanza, a la perseverancia, a la santidad, generalmente dice algo sobre el advenimiento de Cristo.

 

“Tened paciencia, hermanos”, dice él, “porque la venida del Señor está cerca”. “Que vuestra gentileza sea conocida de todos los hombres. El Señor está cerca”. “No juzguéis nada antes de tiempo, hasta que venga el Señor”. “Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con él en gloria”. 

 

Hermanos, creo que haremos mal si le damos demasiada importancia a esto, pero haremos igualmente mal si le damos poca importancia. Démosle un lugar justo en nuestros pensamientos, y especialmente aquellos de nosotros que tememos a Dios y creemos en Jesús, tomemos esto como una ventana a través de la cual podemos mirar cuando la casa está oscura y nuestro hogar está lleno de miseria.

 

Miremos hacia el tiempo en que resucitaremos entre los primeros, siguiendo a Cristo, las primicias, cuando reinaremos con Cristo, participando de sus glorias, y cuando sabremos que la muerte segunda no tiene poder sobre nosotros.

 

II. Ahora pasaré brevemente a la segunda parte del discurso. A los impíos diré TRES COSAS SIMPLES.

 

Pecador, nos has oído hablar de la resurrección de los justos. Para ti la palabra “resurrección” no tiene música. No hay destello de alegría en tu espíritu cuando escuchas que los muertos resucitarán. Pero oh, te ruego que me prestes atención mientras te aseguro en el nombre de Dios que te levantarás. No sólo tu alma vivirá, y aunque te hayas vuelto tan necio que hayas olvidado que tienes un alma, debes saber que tu cuerpo también vivirá.

 

Esos ojos que han estado llenos de lujuria verán espectáculos de horror. Esos oídos que han escuchado las tentaciones del Maligno oirán los truenos del Día del Juicio. Esos mismos pies que te llevaron a la simulación intentarán sostenerte, pero fracasarán por completo cuando Cristo se siente en el juicio. No pienses cuando tu cuerpo sea puesto en la tierra que has hecho con él.

 

Has sido copartícipe de tu alma en el pecado. Serás partícipe de tu alma en el castigo. Él es capaz de arrojar cuerpo y alma al Infierno. Los paganos creían en la inmortalidad del alma. Por tanto, nosotros no necesitamos probar lo que un pagano creía. Es la doctrina de la resurrección del cuerpo la que es distintiva del cristianismo.

 

No estás preparado para despreciar la revelación de Dios que nos fue dada a conocer. Recibes ese Libro como si fuera el Libro de Dios, y dices que los muertos, tanto pequeños como grandes, resucitarán cuando el Arcángel toque la trompeta, que todos los antiguos habitantes del mundo antes del Diluvio se levantarán del océano. Los palacios enterrados, las casas hundidas, todos abandonarán su estados, la multitud que una vez se casó y fue dada en matrimonio, hasta que Noé entró en el arca surgirán de las grandes profundidades del mar insondable, miles y miles de hombres que han dormido estos tres y cuatro mil años. Cada cementerio, también, donde los hombres han estado en silencio enterrados con ritos cristianos, pero aun siendo no cristianos, entregará a sus muertos. El campo de batalla producirá una gran cosecha, una cosecha que fue sembrada en sangre y que será segada en la tempestad.

 

Cada lugar donde el hombre ha vivido y el hombre ha muerto verá a los moribundos vivificados una vez más, y carne y sangre una vez más unidas serán llenas de vida. Pero lo principal contigo es que también estarás allí. Viviendo y muriendo como estás ahora, impío e inconverso. La maldición más terrible que podría caer sobre ustedes, con la excepción de la condenación de sus almas, es la segura resurrección de sus cuerpos. 

 

Ve, ahora, y reálzalo si quieres, busca pulir lo que el gusano aborrecerá. Ve y mima tu cuerpo, bebe lo dulce y come lo mejor. Ve y disfruta del lujo y deléitate con facilidad. Oh, señor, bien puedes mimar tu cuerpo, porque hay poco tiempo para que este se regocije, y cuando ese corto tiempo pase, beberás otro vino hasta la última gota de la copa de ira que Dios ha reservado para los impíos; y seguro que habrás de beberla hasta la última gota.

 

Satisface ahora tus oídos con música, ¡pronto no escucharás nada más que el aullido de los condenados! Sigue tu camino, come, bebe y diviértete, pero por todo esto el Señor te traerá a juicio, siete veces por todos tus placeres pecaminosos, sí, setenta veces siete, por todos tus placeres de lujuria, y maldad y crimen, el Señor se vengará de ustedes en el día grande y terrible de Su ira. Pecador, piensa en esto, y cuando peques tenlo presente, piensa en la resurrección.

 

Porque después de la resurrección, según el texto, viene el juicio. Has maldecido a Dios, y tus juramentos no se han extinguido. No señor, no se han extinguido, se han impreso en el gran libro del Recuerdo de Dios. Has entrado en la cámara del libertinaje, o en la sala de la infidelidad, has caminado por los entramados senderos del crimen y a través del hedor de la suciedad de lugares impuros. Has andado en el pecado y te has sumergido en él pensando que todo acabaría con el día, que así como la noche cubre la luz del día, así la noche de la muerte debe encubrir las obras de tus días. ¡No! No será así.

 

Los libros serán abiertos. Creo ver tus mejillas palidecer, cerrando los ojos porque no te atreve a mirar al Juez cuando abra esas páginas donde está toda tu historia. Y escucho a otro pecador, el más audaz de entre todos ustedes clamando: “¡Rocas, caigan sobre mí!”. Ahí están esas moles de granito, sublimes y temibles, preferiría ser aplastado antes que estar allí ante el ojo vengador. Pero esas montañas no se mueven, sus entrañas de pedernal no sienten ni un toque de compasión. Estás paralizado mientras el ojo de fuego te mira de cabo a rabo, y la voz aterradora sigue leyendo, y sigue, y sigue, cada uno de tus actos y palabras.

 

Te veo como cuando se leen tus crímenes vergonzosos mientras hombres y Ángeles los oyen. Veo tu horror como el de una persona al que es llamado por su nombre y sus hechos son declarados en términos explícitos que nadie pueda mal interpretar. Escucho como tus pensamientos son sacados a la luz; cuanta lujuria, ese asesinato que estuvo en tu mente pero que nunca se convirtió en hecho. Veo como todo este tiempo estás asombrado como Belsasar, cuando vio la escritura en la pared, como empalideció su rostro, y se debilitaron sus lomos,  y estaba terriblemente asustado.

 

Así será contigo, una vez más, y otra vez, y otra vez, hasta que lanzarás ese terrible grito: “¡Escóndannos, escóndenos del rostro de Aquel que está sentado en el Trono y de la ira del Cordero!”

 

Pero luego llega el final, el último de todos. Después de la muerte el juicio, después del juicio la condenación. Si es cosa terrible volver a vivir, es cosa más terrible aún pasar el primer día de esa vida ante el gran tribunal de Dios, el momento cuando se pronuncie la sentencia, ¡y comience el terror del castigo! Creemos que las almas de los impíos ya están atormentadas, pero este juicio arrojará el cuerpo y el alma al lago de fuego.

 

Hombres y mujeres, ustedes que no temen a Dios y no tienen fe en Jesús, no puedo hacer que imaginen la condenación. Por otro lado déjenme correr una cortina, y aunque no podemos imaginárnoslo, ruego que se den cuenta. Cuando Martin pintó algunos de sus cuadros sublimes, generalmente ha aumentado el efecto en masa de la oscuridad. Seguramente esta es la forma en que Dios ha pintado el Infierno, más por masas de oscuridad que por definición de la luz.

 

Esto es lo que sabemos, que el infierno es un lugar de ausencia de Dios, un lugar para el desarrollo del pecado, donde la pasión es desenfrenada, toda la lujuria desenfrenada. Un lugar donde Dios castiga día y noche a los que pecan día y noche, un lugar donde nunca hay sueño, ni descanso, ni esperanza, un lugar donde una gota de agua es negada, aunque la sed quemare la lengua. Un lugar donde el placer nunca da respiro, donde nunca amanecerá, donde nunca se sabrá nada parecido a un consuelo, un lugar donde se niega el Evangelio, donde la misericordia baja sus alas y muere, un lugar donde la venganza reina, y sacude su cadena, y blande su espada, un lugar de furor y de fuego, un lugar semejante al cual la imaginación no puede tener idea. 

 

Que Dios te conceda que sea un lugar que nunca verás y cuyo terror nunca sentirás. Pecador, en lugar de sermonearte, déjame pedirte que huyas de él. Muere por ello pecador, y huye del infierno. Pues si no reaccionas a tiempo, la huida del Infierno se volverá imposible y estarás perdido eternamente. Oh, mientras todavía estás en este tiempo de gracia y misericordia, te ruego que pienses en tu final. “Debido a que no se acordó de su último final, descendió maravillosamente”. No dejes que se diga así de ti.

 

¡Pensar! ¡Pensar! esta advertencia puede ser la última que escuches. Puede que nunca te perdones volver a un lugar de culto. Tal vez, mientras estas sentado aquí, en tu reloj del tiempo están cayendo los últimos granos de arena, y entonces se habrá acabado la advertencia, y será imposible la redención y la huida.

 

Alma, ahora levanto ante ti a Cristo Crucificado: “Todo aquel que en él cree, no será condenado”. Como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que en esta mañana el Hijo del Hombre sea levantado. Pecador, mira Sus heridas. Mira Su cabeza coronada de espinas. Mira los clavos en Sus manos y en Sus pies. ¿Lo percibes? ¡Escucha con atención! Mientras Él clama: “¿Por qué me has desamparado?” Escucha de nuevo mientras Él dice: “¡Consumado es! ¡Está terminado!" ¡Salvación terminada!

 

Y ahora, la salvación que he predicado gratuitamente. Cree en Cristo, y serás salvo. Confía en Él, y todos los horrores del futuro no tendrán poder sobre ti. Pero los esplendores de esta profecía serán cumplidas, sean cuales fueren. 

 

¡Oh, que esta mañana algunos de ustedes puedan confiar en mi Maestro por primera vez en sus vidas! Y hecho esto, no necesitas preguntar con curiosidad cuál será mi futuro, sino que puedes sentarte con calma y decir: “Venga cuando quiera, mi alma está sobre la Roca de los siglos. No temeré ningún mal. No temeré a las tempestades. Desafía todo dolor. ¡Ven rápido! ¡Ven rápido! Aun así, ven pronto, Señor Jesús.”

 

 

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