SANA DOCTRINA - Ministerio de Difusión Bíblica

La Cosa Inesperada

 

Sermón predicado

Por Charles Haddon Spúrgeon

En el Tabernáculo Metropolitano, Newington

 

 

“Y se levantó, y en seguida tomó su camilla y salió en presencia de todos, de modo que todos se asombraron y glorificaron a Dios, diciendo: ¡Jamás hemos visto cosa semejante!”    Marcos 2:12

 

Es muy natural que haya muchas cosas sorprendentes en el Evangelio, pues es notable más allá de toda medida que simplemente haya un Evangelio. Tan pronto como empiezo a pensar en eso, exclamo con Bunyan: "Oh mundo de maravillas, no puedo decir más que eso." Y los invito a todos a que se unan a la multitud diciendo con el texto: "Jamás hemos visto cosa semejante." Cuando el hombre había pecado, Dios pudo haber destruido instantáneamente nuestra raza rebelde, o pudo haber permitido que existiera a la manera de los ángeles caídos: en un estado de enemistad con todo lo bueno, con su consiguiente miseria. Pero el que no tomó para Sí a los ángeles, tomó a la descendencia de Abraham y miró al hombre, ese elemento insignificante en los rangos de las criaturas y determinó que el hombre había de experimentar la salvación y mostrar con él Su Divina Gracia.

 

Para comenzar, fue una cosa maravillosa que hubiera un Evangelio para los hombres. Y cuando recordamos que el Evangelio implicaba el don del Unigénito Hijo de Dios; cuando recordamos que fue necesario que Dios, el Espíritu invisible, se pusiera el velo del cuerpo humano; cuando pensamos acerca del hecho que el Hijo de Dios tuviera que convertirse en el hijo de María, sujeto al dolor y a la debilidad, a la pobreza y a la vergüenza; cuando recordamos todo esto, ¡podemos esperar encontrar grandes maravillas girando alrededor de un hecho tan estupendo!

 

Sabiendo que Dios se encarnó, los milagros ya no nos sorprenden como algo maravilloso, pues ¡la Encarnación de Dios supera a lo que es un milagro! Pero también debemos recordar que para traernos el Evangelio fue necesario que Dios, en nuestra naturaleza, ofreciera Expiación por el pecado del hombre. ¡Piensen en eso! ¡El Dios santo haciendo Expiación por el pecado! Cuando los ángeles escucharon esto por primera vez, deben haber estado pasmados de asombro, pues ellos "jamás habían visto cosa semejante." ¿Cómo es posible que el Ofendido muera por el ofensor? ¿Cómo es posible que el Juez lleve el castigo del criminal? ¿Cómo es posible que Dios tome sobre Sí mismo la trasgresión de su criatura? Sin embargo así ha sido, y Jesucristo ha cargado con las consecuencias del pecado, no, con el pecado mismo, para que nosotros no tengamosnunca que cargar con eso. "Por la trasgresión de mi pueblo fue herido." Jesús fue hecho una maldición por nosotros, como está escrito: "Maldito todo el que es colgado en un madero."

 

Ahora, si no se podría imaginar un resultado común de un Evangelio enviado a hombres rebeldes, ¡mucho menos se podría imaginar de un Evangelio que involucra la Encarnación y la muerte del Hijo de Dios! Todas las cosas en la creación de Dios están hechas a escala. Hay un equilibrio entre la gota de rocío sobre una rosa y las más majestuosa de esas órbitas que adornan el rostro de la noche. Hay leyes que regulan todo, desde una simple gota de agua hasta el océano mismo. Todo guarda su proporción y por lo tanto, estamos persuadidos que en una economía en la que comenzamos con un Dios encarnado y una Expiación infinita, debe haber algo muy sorprendente. Y debemos estar preparados para exclamar frecuentemente: "¡Jamás hemos visto cosa semejante!"

 

Los lugares comunes no se encuentran en el Evangelio. Hemos entrado al país de las maravillas cuando contemplamos el amor de Dios en Jesucristo. Cualquier novela es superada con creces en el Evangelio. Cualesquiera que sean las maravillas que los hombres son capaces de imaginar, los hechos de la asombrosa Gracia de Dios son más extraordinarios que cualquier cosa que la imaginación pueda haber concebido alguna vez. Deseo decir en este momento dos o tres cosas a los que no están familiarizados con el Evangelio. Hay algunos entre mis lectores para quienes el Evangelio, según creemos en él, es una cosa totalmente nueva. Quisiera decirles a ellos, primero, que no dejen de creer en él porque les da la impresión que está haciendo algo muy extraño. En segundo lugar, recuerden que en el Evangelio deben haber cosas extraordinarias y sorprendentes y vamos a tratar de presentarlas ante ustedes, con la esperanza de que, lejos de no creer en ellas, la fe pueda ser plantada en sus almas cuando oigan de ellas. Y en tercer lugar, si alguna de estas cosas extrañas le ha ocurrido a alguno de ustedes, y tengan que decir: "¡Jamás hemos visto cosa semejante!", entonces den toda la gloria a Dios y den honores renovados a Su nombre. 

 

I. Primero, entonces, NO DEJEN DE CREER EN EL EVANGELIO PORQUE LES SORPRENDE. Recuerden que, en primer lugar, nada se interpone más en el camino del conocimiento real que el prejuicio. Nuestra raza podría haber conocido muchísimo más acerca de los hechos científicos de no haber estado tan grandemente ocupada y cautivada por la suposición científica. Tomen un libro sobre cualquiera de las ciencias y encontrarán que la parte principal del material es una respuesta a muchas teorías elaboradas en otras épocas lejanas u originadas en tiempos modernos. Las teorías son los estorbos de la ciencia, la basura que debe barrerse antes que los hechos preciosos pueden mostrarse limpiamente.

 

Si se van a dedicar al estudio de algún tema y se dicen a sí mismos: "así es como debe configurarse este asunto," habiendo decidido de antemano cuáles deben ser los hechos, habrán colocado en su camino una dificultad más severa aún de las que pueda poner el propio tema. El prejuicio es la piedra de tropiezo para avanzar. Creer que sabemos antes de saber verdaderamente es impedir que hagamos verdaderos descubrimientos y que lleguemos al conocimiento correcto. Cuando un observador descubrió por primera vez que habían manchas en el sol, hizo su reporte, pero fue llamado por su "Padre Confesor" y recriminado por haber reportado algo así. 

 

El sacerdote jesuita le dijo que había leído a Aristóteles en su totalidad varias veces y que no había encontrado en Aristóteles ninguna mención a las manchas del sol y, por tanto, no podían existir tales cosas. Y cuando el ofensor respondió que él había visto estas manchas a través del telescopio, el padre le respondió que no debía creer a sus ojos; que debería creerle a él (al padre), ya que sin duda si Aristóteles no había señalado esas manchas, estas no podían existir, y por tanto, no debía creer en las manchas. Bien, hay algunas personas que escuchan el Evangelio con ese espíritu.

 

Tienen una noción de lo que debe ser el Evangelio (una creencia muy firme y férrea, fabricada por ellos mismos), o que tal vez han heredado conjuntamente con el viejo cofre familiar. Y por lo tanto, no están preparados para oír con sencillez y así aprender. Tampoco buscan en las Escrituras para descubrir la mente del Espíritu de Dios, sino más bien para encontrar color para sus prejuicios. Es fácil mostrar algo a cualquier hombre si abre sus ojos, pero si los cierra y decide no ver, entonces la tarea es difícil.

 

Pueden encender una vela con facilidad, pero no pueden hacerlo si hay sobre ella un apagador. Y hay personas que han apagado sus almas y las han cubierto con prejuicios. Actúan como jueces de lo que el Evangelio debe ser y, si se dice algo que no se adapta a sus nociones preconcebidas, de inmediato se ofenden. Esto es totalmente absurdo y, en un tema que concierne a nuestras almas, ¡es algo más que ridículo! Es peligroso en grado sumo. Debemos venir a la predicación de la Palabra de Dios orando: "Señor, ¡enséñame! Espíritu bendito, guíame a toda la verdad. Si me haces ver que una doctrina está contenida en tu Palabra, dame la gracia de aceptarla, aunque escandalice a todos mis prejuicios. Aunque me parezca una cosa totalmente inesperada, si es claramente la Palabra de Dios, quiero recibirla y gozarme en ella."

 

¡Que Dios nos dé un espíritu así para que, cuando tengamos que decir en las palabras del versículo: "¡Jamás hemos visto cosa semejante!", que sin embargo nuestros prejuicios no nos impidan aceptar la Verdad de Dios! Recordemos, queridos amigos, que muchas cosas que sabemos que son ciertas no hubieran sido creídas por nuestros padres si les hubiesen sido reveladas. Siento la certeza moral que hubo muchas generaciones de ingleses que, si hubieran sido informados que los hombres viajarían a ochenta o cien kilómetros por hora sobre la superficie de la tierra, propulsados no por caballos, sino por máquinas de vapor, hubieran sacudido sus cabezas y se hubieran reído hasta la burla de tal predicción. 

 

Aún hace poco tiempo, si alguien hubiera profetizado que íbamos a poder hablar a través del Atlántico en un solo instante y obtener una respuesta de inmediato a través de un cable colocado en el fondo del océano, nosotros mismos no lo hubiéramos imaginado posible. ¿Cómo puede ser posible? Y sin embargo estas cosas son hechos muy comunes cada día entre nosotros. Por tanto, debemos esperar que cuando se trata de algo más maravilloso que la creación y mucho más maravilloso que cualquiera de los inventos de los hombres, nos encontraremos con cosas que serán difíciles de creer. Debemos inclinar nuestra voluntad para tener un corazón y un alma disponibles para recibir la señal de la Verdad de Dios y ejercitar constantemente una fe simple en lo que Dios revela.

 

Es bien sabido que hay muchas cosas que son hechos indudables pero que ciertas personas encuentran difíciles de creer. Hace algún tiempo, un misionero había dicho a su congregación que en los meses de invierno, el agua en Inglaterra se hacía tan dura que un hombre podía caminar sobre ella. Los miembros de su congregación creían una buena parte de lo que les había dicho, ¡pero no podían creer eso! Y susurraban entre sí diciendo que el misionero era un gran mentiroso. Uno de ellos fue a Inglaterra. Llegó con la plena convicción que era de lo más ridículo suponer que alguien pudiera caminar sobre un río. 

 

Por fin vino la helada, el río se congeló y el misionero llevó a su amigo allí. El buen misionero se paró sobre el hielo, pero aun así no pudo convencer a su amigo que lo siguiera. "No," le dijo "no puedo creerlo." "¡Pero, amigo, si puedes verlo tú mismo!" le dijo el misionero. "¡Anímate, ven aquí!" "No," le contestó, "Nunca he visto eso. He vivido cincuenta años en mi propio país y nunca antes vi a alguien caminando sobre un río." "Pero aquí estoy, haciéndolo en este momento," dijo el misionero, ¡anímate!" Lo tomó de la mano y lo jaló vigorosamente hasta que el africano probó el agua congelada y comprobó que soportaba su peso. ¡Así se comprobó cómo verdadero lo dicho, a pesar de que era contrario a la experiencia! 

 

Esa misma regla es válida en el caso del Evangelio. Entonces pueden esperar encontrar en él ciertas cosas que no hubieran creído verdaderas. Pero si algunos de nosotros las hemos comprobado como verdaderas y vivimos gozándolas cada día, no rehúsen con terquedad experimentarlas ustedes mismos. Si los tomamos de la mano con afecto, diciendo: "Vengan a este Río de Vida. Los puede sostener, pueden caminar con seguridad aquí. Lo estamos haciendo ahora y lo hemos hecho por años," no reaccionen ante nosotros como si fuéramos engañadores. ¡Y no nos hagan a un lado con el absurdo argumento que el Evangelio no puede ser verdadero porque ustedes no lo han probado hasta este momento y, por tanto, no han experimentado su poder!

 

Bien, mi querido amigo, es cierto a pesar de eso, de la misma manera que el hielo era un hecho a pesar de que el amigo africano nunca lo había visto. Él descubrió que el hielo era una realidad cuando finalmente se aventuró sobre él. ¡Y tú descubrirás que Jesucristo y todas las preciosas cosas del Evangelio son ciertas y firmes y verdaderas, tal como lo hemos hecho nosotros, si tan sólo aventuras tu alma sobre ellas! Yo menciono estas cosas simplemente para preparar tu mente para la plena convicción de que el hecho que una afirmación del Evangelio parezca nueva y sorprendente, no debe crear incredulidad en la mente.

 

Mi amado amigo, puede ser que tú exclames: "No puedo esperar que mi pecado pueda ser perdonado. No creo posible que yo me convierta en un hombre salvo por un simple acto de fe." No, ¿pero no ves que cada hombre mide todas las cosas de acuerdo a sus propios estándares? Medimos el maíz de otras personas con nuestra propia medida. Inclusive tratamos de medir a Dios con nuestro propio estándar y hay un texto que dulcemente nos regaña por eso, "Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos son mis caminos, dice Jehovah." Lo que yo considero correcto esperar de Dios puede ser, muy naturalmente, una cosa muy diferente a lo que Dios puede estar preparado a darme.

 

Tal vez juzgo Su comportamiento hacia mí según lo merezco, y si así lo hago, ¿qué puedo esperar? O tal vez juzgo Su misericordia conforme a la mía; considerando que no puedo perdonar hasta setenta veces siete; que cuando soy provocado, no puedo a pasar por alto la trasgresión. No encuentro en mi corazón gran capacidad de perdón y entonces concluyo que Dios es tan duro y tan renuente al perdón como yo lo soy. Pero no debemos juzgar así. ¡Oh pecadores, ustedes no deben hacerlo así!

 

Si anhelan una gran salvación, no deben sentarse y empezar a calcular a la Deidad por pulgadas y medir el mérito de Cristo por metros y evaluar si Él puede hacer esto o puede hacer lo otro. Dios, ¿hay algo que Él no pueda hacer? ¿No llevó a cabo Jesús una Expiación sin límites como Su naturaleza? Entonces ¿existe algún pecado que esa Expiación no pueda limpiar? ¡No juzgues al Señor de conformidad al juicio humano! ¡Debes saber, oh hombre, que Él no es ningún riachuelo ni algún lago que tú puedes medir, cuya capacidad tú puedes calcular. ¡Él es un mar sin fondo y sin orillas y todos tus pensamientos se ahogan cuando intentas medirlo a Él!

 

Eleva tus pensamientos tan alto como puedas y piensa grandes cosas acerca de Dios, y espera grandes cosas de Dios, y cuando hayas agrandado tus expectativas y tu fe haya crecido al máximo posible, Dios puede hacer cosas muchísimo mayores por encima de lo que pidas, o aun de lo que puedas pensar. "¿Alcanzarás tú las cosas profundas de Dios?" ¿Piensas acaso que le puedes ganar a Dios y desear más y esperar más de lo que Él puede dar? ¡Oh, no puede ser! Consideren pues que es muy probable que ustedes cometan errores en cuanto a lo que es el Evangelio. ¿Por qué? Porque la manera de evaluarlo que tienen ustedes debe ser falsa naturalmente, puesto que ustedes juzgan a partir de lo que conocen, y de lo que son capaces ustedes, mientras que Dios está infinitamente por encima de todo lo que puedan conocer o concebir.

 

Además, déjame recordarte, querido amigo, a ti para quien el Evangelio es algo extraño, que cuando hablamos de él directamente, no deben dejar de creer en él a causa de lo extraño que es, pues es claro que muchos han cometido errores en cuanto a lo que es el Evangelio. Los judíos que vivieron en el tiempo de nuestro Salvador oyeron al mejor Predicador que alguna vez haya predicado, pero no lo entendieron. Ciertamente no se debió a la falta de un estilo lúcido, pues "¡nunca habló hombre alguno así!" ¡sin embargo ellos no comprendieron todo lo que Él dijo! Ellos pensaron que entendían lo que Él quería decir, pero no fue así. Y aun sus propios discípulos y apóstoles, mientras no habían sido iluminados por el Espíritu de Dios, no comprendían lo que su Señor les decía y sabían muy poco a pesar de toda su enseñanza. ¿Acaso te sorprendería estar equivocado, querido amigo, tú que nunca has encontrado el gozo y la paz por medio de la fe?

 

Después de todo ¿acaso no es posible que pudieras haberte equivocado? Los judíos oyeron al Salvador mismo y sin embargo no entendieron la Verdad de Dios. Algunos de ellos eran hombres muy inteligentes e instruidos. Hubo uno en particular que era un gobernante, un doctor entre los judíos, que no entendió estas cosas. Y cuando el Salvador le dijo "os es necesario nacer de nuevo," él lo tomó literalmente, no pudo entender el cambio místico que quiso describir nuestro Salvador. Ahora bien, si Nicodemo no pudo entender y muchos más como Nicodemo tampoco, ¿no pudiera suceder que  tampoco hubieras encontrado el secreto y sigues en este momento sin poseerlo?

 

Posiblemente seas una persona de muy considerable educación y notables dones y características. Mi querido amigo, si hay alguien que puede no entender el verdadero sentido del Evangelio, eres tú. Dirás que es extraño que yo haga esa observación, pero te aseguro que está basada en hechos. "Pues considerad, hermanos, vuestro llamamiento: No sois muchos sabios según la carne, ni muchos poderosos." ¡No muchos de los sabios de este mundo conocen de Cristo! Él enseña a los infantes y deja que los sabios presuman de su propia insensatez. Los magos del Oriente dieron muchos rodeos para encontrar al Salvador. Aun con la ayuda de la estrella que los guiaba, perdieron su camino. Pero los humildes pastores de las llanuras de Belén, sin necesidad de ninguna estrella, fueron de inmediato al lugar donde Jesús se encontraba.

 

Ah, fue una observación buena y verdadera la de Agustín, cuando dijo: "Mientras los sabios andan a tientas buscando la cerradura, los simples y los pobres ya han entrado al Reino de los Cielos." La simplicidad de corazón es de mucha más ayuda para entender el Evangelio que una mente culta. Estar listos para ser enseñados es una mejor facultad que poder enseñar, en lo que concierne a la recepción del evangelio. ¡Ese título de teología puede ser un obstáculo en tu camino hacia el entendimiento del Dios Divino! ¡Y esa misma posición que has alcanzado en los estudios clásicos puede hacer que te resulte más difícil captar eso que el peregrino, aunque sea un tonto, conoce de memoria! Puesto que esto es así, no te estoy insultando cuando digo que tal vez, mi querido amigo, has estado hasta este momento trabajando bajo el error, y por tanto, si en cualquier momento se te predica el Evangelio, es conveniente que lo escuches con atención y no lo rechaces porque parece ser nuevo.

 

Un comentario más y pasaré al siguiente punto, y es éste. La persona a la que me dirijo ahora, y creo que entre mis lectores hay gente así, si es el hombre que pienso, debe confesar que la religión que ahora tiene no ha hecho mucho por él. ¿Piensas que conoces el Evangelio? A ver, dime: ¿acaso puedes morir por lo que conoces? ¿Podrías morir ahora, ahora, felizmente y lleno de contento con la esperanza que tienes? Si así fuera, le doy a gracias a Dios y te felicito. ¿La fe que posees ha consolado tu corazón? ¿Sientes y reconoces como un hecho que tus pecados te han sido perdonados? ¿Consideras que Dios es tu Padre? ¿Tienes el hábito de hablar con Él como un hijo habla con su padre, confiando en Él y diciéndole todas tus preocupaciones y problemas? Si es así, mi querido amigo, me gozo juntamente contigo. 

 

Pero a menos que tu religión sea la de Jesucristo, sé que no has encontrado tal paz. Lo que se conoce como "religión" puede tener muchas formas, muchas, muchas formas. Pero todas se resumen en esto: todas colocan al hombre en una posición en la que siente que es tan bueno como las otras personas, y tan hábil para las cosas espirituales como el promedio de la gente. Y si se esfuerza al máximo, y actúa conforme a su conocimiento y su luz, se hará sin duda alguna mejor cada vez. Y tal vez, cuando esté a punto de morir, posiblemente con la ayuda de un religioso o de un sacerdote, tal vez, por medio de una notable experiencia que pueda vivir mediante el uso de los sacramentos, puede alcanzar el cielo.

 

Los creyentes en la religión general de la humanidad están en un camino que deben seguir, y si continúan en él con esfuerzo y cuidado, posiblemente puedan salvarse a sí mismos con la ayuda de la gracia del Señor Jesucristo. ¡Ellos normalmente agregan esto último para hacer que su justicia propia parezca un poco más respetable! ¡Pues bien, digo con toda deliberación, como bajo la mirada de Dios, que una religión así no vale un centavo! La religión del Señor Jesucristo da al hombre un perdón completo, pleno, libre e irreversible de todos sus pecados de manera inmediata, conjuntamente con el cambio de su naturaleza, la implantación de una nueva vida y su adopción a la familia de Dios.

 

Y le da todas estas cosas de tal manera que él sabe que las tiene, goza de manera consciente de ellas y vive en el poder y en el espíritu de ellas, sirviendo humildemente al Señor que ha hecho tan grandes maravillas para él. Esta es la religión de Cristo y sobre esto hablaremos ahora de manera más completa, mientras mencionamos algunas cosas que conducen a los hombres a decir: "¡Jamás hemos visto cosa semejante!"

 

II. Nuestro segundo punto es que HAY COSAS MUY EXTRAORDINARIAS Y SORPRENDENTES EN EL EVANGELIO. Mencionemos algunas de ellas. Una es que el Evangelio debe llegar a las personas que considera incapaces. En la narración que estamos considerando lo maravilloso es que el Señor trató con una persona lisiada y paralítica a tal grado que no podía arrastrarse ante la presencia de Cristo, sino que tuvo que ser llevado por cuatro amigos. ¡Mírenlo! ¡Es un incapaz incurable! Todo lo que puede hacer es estar en esa cama donde la amabilidad de sus amigos lo ha colocado, y allí debe permanecer. No puede hacer nada.

 

Ahora bien, el Evangelio considera a cada persona a la que se dirige como alguien incapaz de hacer algún bien. Se dirige a ti no como a un simple paralítico, sino que va más allá y te describe como muerto. ¡El Evangelio le habla a los muertos! A menudo he escuchado decir que el deber del ministro cristiano es despertar las actividades de los pecadores. ¡Yo creo exactamente en lo contrario: el más bien debe esforzarse en matar sus actividades basadas en una confianza en sí mismo haciendo ver a las personas que todo lo que pueden hacer por sí mismos es peor que nada! No pueden hacer nada, ¿pues cómo pueden moverse los muertos en sus tumbas? ¿Cómo podrían los muertos en pecado nacer de nuevo por sí mismos? El poder que puede salvar no descansa en el pecador. ¡El poder está en su Dios!

 

¡Y si algunos de ustedes son unos inconversos, no vengo a decirles algo que ustedes pueden hacer para salvarse a sí mismos, sino que les advierto que ustedes están perdidos, arruinados y condenados! Tienen poder para extraviarse como ovejas perdidas, pero si alguna vez regresan, su Pastor tiene que traerlos de regreso, nunca podrán regresar por ustedes mismos. Tenían poder para destruirse y ya han ejercitado ese poder. Pero ahora su ayuda no está en ustedes, su ayuda está en Dios. Es algo extraño que el Evangelio represente al hombre en una condición tan desesperada, pero es un hecho. Y aunque es muy sorprendente, no debemos tener ninguna duda al respecto.

 

Algo igualmente notable es que el Evangelio pide que los hombres hagan lo que no pueden hacer, pues Jesucristo dijo a este hombre paralítico: "A ti te digo, ¡levántate, toma tu camilla y anda!" Él no podía levantarse. Él no podía tomar su camilla y no podía caminar, pero la invitación era para que así lo hiciera. Y es una de las extrañas cosas del camino de salvación que:

 

"¡El Evangelio ordena que los muertos cobren vida!
Los pecadores obedecen su voz y viven.
Los huesos secos se levantan y visten ropas nuevas
Y los corazones de piedra se vuelven de carne."

 

Tenemos que decir, en el nombre de Jesús, al hombre que tiene la mano paralizada, cuya mano está tan paralizada que sabemos que no tiene ningún poder en ella: "Extiende tu mano." Y decimos eso en el nombre de Dios. Algunos de mis hermanos que profesan un cierto orden de doctrina dicen: "¡Eso es ridículo! Si admites que un hombre no puede hacerlo, es ridículo que le pidas que lo haga."

 

Pero no nos importa ser ridículos; nos importa muy poco la censura del juicio humano. Si Dios nos da una comisión, esa comisión impedirá que suframos muy seriamente si otros nos ridiculizan. "Ezequiel, ¿no ves frente a ti ese valle de huesos secos?" "Sí," dice él, "los veo. Hay muchísimos y están muy secos. El sol los ha calcinado durante muchos veranos y los fieros vientos los han secado durante muchos inviernos hasta que quedaron como si hubieran pasado por un horno."

 

"Profeta, ¿qué puedes  hacer con estos huesos? Si Dios quiere darles vida, les será dada, por tanto déjalos solos. ¿Qué puedes hacer ? Escúchalo cuando hace la solemne proclamación. "¡Así dice el Señor, huesos secos: vivan!" "¡Ridículo, Ezequiel! Ellos no pueden vivir, ¿por qué hablarles?" ¡El profeta sabe que no pueden vivir por sí mismos, pero también sabe que su Señor le pide que les ordene que vivan, y él hace lo que su Señor le pide! Así, en el Evangelio, el ministro debe invitar a los hombres a creer y debe decir: "¡Arrepentíos y creed en el evangelio!" Solamente por esta razón decimos: "Cree en el Señor Jesús y serás salvo."

 

El Evangelio te pide que creas, aunque estás muerto en tus delitos y pecados. "No puedo entenderlo," dice alguien. No, y no podrás hacerlo hasta que Dios te lo revele. ¡Pero cuando el Señor venga y habite contigo, entonces entenderás perfectamente y verás cómo el ejercicio de la fe de parte del predicador del Evangelio es una parte de la operación Divina mediante la cual las almas muertas son levantadas!

 

Otra cosa más admirable aún es esta: que mientras que el Evangelio llega a hombres incapaces y muertos y les ordena hacer lo que no pueden hacer por sí mismos, ¡en realidad lo hacen! Eso es lo maravilloso. En el nombre de Jesús decimos al hombre paralítico: "Toma tu camilla y vete a tu casa," Y toma su camilla y camina. ¡Porque cuando se predica la Palabra de Dios fielmente, con la confianza en Dios, le viene poder eterno al hombre que no tenía ningún poder! Y los elegidos de Dios, llamados por la predicación del Evangelio, oyen el mensaje del Cielo y viene el poder al tiempo que escuchan el mensaje, de tal forma que lo obedecen y viven. ¡A pesar de que estaban muertos, viven!

 

¡Oh, qué maravillosa operación es esta que, de esta congregación, mientras yo digo: "Cree en el Señor Jesús" habrá quien crea y sea salvo! Los que van a creer no tienen naturalmente más poder para creer que los demás. ¡Todos por naturaleza están en el mismo estado de muerte! Pero para los elegidos de Dios, la Palabra llega con poder, asistida por el Espíritu Santo y ¡ellos creen y viven!

 

Aquí hay tres cosas singulares. ¡Es algo extraño tener que decirles a ustedes, gente buena de la iglesia y gente buena de la capilla que siempre han hecho todo tan bien, que a menos que se conviertan, están muertos en delitos y pecados y todas sus buenas obras son la mortaja en la que están envueltos su cadáveres, solamente eso! Y es extraño que estemos obligados a invitarlos a creer en Jesús cuando ya les hemos dicho que no tienen ninguna vida espiritual. Y es notable que se nos ordene advertirles que están viviendo en gran pecado si no creen en Jesús.

 

¡Ustedes pueden juzgar más singular aún que nosotros tengamos la confianza que al decirles estas cosas de manera sencilla y honesta en el nombre de Dios, el Espíritu de Dios las bendecirá y los guiará a creer y a confiar en Jesús! Aunque parezca extraño, es así. Más notable aún para la multitud, sin duda fue esto: este hombre paralítico fue sanado de inmediato. Si se diera la recuperación de la parálisis en un momento dado, y es muy raro que esto ocurra, no creo que se sane en un instante. 

 

Este hombre es incapaz de mover la mano o el pie, pero Jesús le dice: "Toma tu camilla y anda," ¡y se levanta como si nunca hubiese estado paralizado! Cada ligamento está en su lugar. Cada músculo está listo para la acción en un momento. Pensarías que podría tomar un mes o dos, y una buena cantidad de masajes y fricciones para poner la sangre de este hombre en sana acción, para volverlo a la normalidad y listo para su nueva vida. ¡Pero no fue así, él solamente escuchó esa extraña voz que le pidió que hiciera lo que no podía hacer, e hizo lo que no podía hacer por un poder que iba unido al mensaje! Y así se levantó y fue sanado en un instante.

 

Y he aquí lo maravilloso del Evangelio. Un pecador oye el Evangelio y todos los pecados de su vida entera están sobre él, ¡pero él cree en el Evangelio y todo los pecados son quitados en un momento! Y él es tan limpio ante el Trono de Dios como si nunca hubiera sido manchado por el pecado. Hasta el momento de recibir el Evangelio, él era un enemigo de Dios por sus obras malvadas. Pero él acepta el Testimonio de Dios relativo a Su Hijo Jesús, él descansa en Jesús y su corazón se vuelve como el corazón de un niñito. En un momento la piedra es quitada y recibe un corazón de carne: ¡se convierte en una nueva criatura en Cristo Jesús! La oscuridad desaparece de la misma manera que la oscuridad al principio del mundo huyó ante el fíat que dijo: "Sea la luz" ¡Y se hizo, y se hizo en un momento!

 

Estoy seguro que no comprenderán esto hasta que no lo hayan experimentado. ¡Oh, cómo bendigo a Dios, porque hace años cuando oí el mensaje de Dios: "¡Mirad a mí y sed salvos, todos los confines de la tierra!" pude ver y vivir! Yo deseaba y ansiaba la salvación y trabajaba arduamente y oraba arduamente para alcanzarla, pero no podía avanzar ni una pulgada. Pero vino el mensaje: "¡Mira!" ¿cómo podía mirar? ¡Mis ojos no podían ver! Pero sin embargo sí miré, pues el poder de mirar vino juntamente con el mandamiento, y ¡en el mismo momento que miré estuve consciente que había sido perdonado como estoy consciente de mi existencia!

 

¡Hubo vida para mí en una mirada al Crucificado! ¡Un perdón seguro, cierto y sellado en mi conciencia me fue dado en el mismo momento que miré a Jesús en su sudor sangriento, a Jesús en la cruz, a Jesús resucitado de entre los muertos y a Jesús elevado a la Gloria! ¡Una mirada a Él y todo fue hecho! Dices que no habías pensado en eso y aun ahora te sorprende. Pensaste que tendrías que tomar el sacramento y continuar asistiendo a un lugar de adoración y gradualmente salir de tu condición paralítica. ¡Ese es el camino de salvación del hombre! ¡Mas el camino de salvación de Cristo es un cambio instantáneo del corazón y un perdón instantáneo del pecado!

 

Otra cosa que nunca habían visto de manera igual fue que el hombre fue sanado sin ninguna ceremonia. La manera adecuada de sanar a una persona paralítica hubiera sido traer al sacerdote juntamente con agua y aceite, o derramar la sangre de un toro y ofrecerla. Y después ir a través de un sin fin de ceremonias y a través del misterioso poder de las ceremonias, al fin él podría ser curado. Pero aquí no hubo ninguna ceremonia. Fue simplemente esto: "Toma tu camilla y anda." El hombre, aunque no puede tomar su camilla y andar, cree que Aquél que le ordenó hacerlo le dará poder para hacerlo, y ¡toma su camilla y anda!

 

Y allí está la respuesta de todo. Él cree y actúa de acuerdo a esa fe y es restaurado. Y en eso consiste todo el plan de salvación. Tú crees en el Evangelio y actúas de acuerdo a su verdad y eres salvo, salvo en el momento en que aceptas el testimonio de Dios relativo a Su Hijo Jesucristo. ¿Pero acaso no hay un Bautismo? Sí, para los salvos, mas no un Bautismo para ganar la salvación. Cuando eres salvo, cuando eres un creyente en Jesús, entonces las instructivas ordenanzas de la casa de Dios se vuelven útiles para ti, ¡pero Dios no quiera que alguna vez veamos al Bautismo como un medio de salvación! ¡Dios no quiera que tampoco veamos a la Cena del Señor como un medio de salvación! ¡Que seamos preservados de cualquier cosa que se aproxime a la confianza en ritos y formas!

 

Cuando eres salvo, entonces las ordenanzas de la casa a la que has entrado, las ordenanzas de la familia a la que ahora perteneces, son tuyas. ¡Pero no te pertenecen y no te pueden dar ningún servicio de ningún tipo, hasta tanto no seas un hombre salvo! La salvación de la muerte por el pecado no tiene nada que ver con ceremonias. El único precepto del Evangelio es: cree y vive. Otra cosa notable es que este hombre fue perfectamente restaurado, no solamente restaurado en un momento, sino perfectamente. Una restauración parcial no hubiera sido ni la décima parte de memorable. He tenido alguno queridos amigos parcialmente paralíticos que, por durante un tiempo, en la buena Providencia de Dios, se han recuperado de alguna manera. Pero ha permanecido una cierta deformación de la boca, una debilidad en los ojos, o una falta de fuerza en la mano como prueba que la parálisis estuvo allí.

 

Pero este hombre estaba perfectamente sano de manera inmediata. ¡La gloria de la salvación es que el que crea en el Señor Jesús es perdonado completamente! No es solamente una parte de su pecado la que es borrada, sino todo su pecado. Me gozo al mirar esto como Kent lo hace cuando canta:

 

"Aquí hay perdón para las trasgresiones pasadas,
Sin importar cuán negras sean
Y, oh alma mía, maravillada mira
Que para los pecados venideros, ¡hay perdón también!"

 

¡Estamos sumergidos en la fuente de la sangre redentora y limpiados de cualquier temor de ser encontrados culpables alguna vez ante el Dios viviente! Somos aceptados en el Amado por medio de la justicia de Jesucristo, justificados de una vez y para siempre, eternamente, ante la presencia del Padre! Cristo dijo: "¡Consumado es!" y ha sido consumado. Y ¡oh, qué bendición es esta! ¡Es una cosa que bien puede asustar a los que no la han escuchado antes, pero no la rechacen porque los asusta! Más bien digan: "Este maravilloso sistema que salva y salva completamente, en un instante, simplemente por mirar fuera de uno mismo hacia Cristo, es un sistema digno de la Sabiduría Divina, pues engrandece la Gracia de Dios y resuelve las necesidades más profundas del hombre."

 

Otra cosa sin duda los asombraba relativo a este hombre: que su curación era evidente. No había ningún engaño involucrado, pues enrolló el colchón sobre el que había estado acostado, lo puso a sus espaldas y se fue a casa con él. No había ninguna duda que había sido perfectamente restaurado, pues iba con su carga al hombro. Y allí está lo glorioso cuando un hombre cree en Jesucristo, en que no hay duda acerca de su conversión, se ve en sus acciones.

 

Me dicen que un niño nace de nuevo en el Bautismo. Muy bien, déjenme ver al niño. ¿Hay algo diferente en él? Tal vez algunos de ustedes han tenido niños nacidos de nuevo de la manera sacramental. No sucedió así con los míos. Por lo tanto no puedo hablar por experiencia. Me pregunto si los niños de ustedes han resultado mejores que los míos. Me pregunto si la regeneración por agua ha hecho alguna diferencia. Estoy persuadido que no pueden pretender haber visto algún resultado. Es un tipo de regeneración que no se muestra a sí misma en la vida y que, ciertamente, no produce ningún resultado, pues estos preciosos bebés regenerados y niños y niñas regenerados son exactamente iguales a los niños y niñas no regenerados, no hay nada que los distinga.

 

Envíenlos a la misma escuela y me encargaré de mostrarles que a menudo, algunos de los que nunca fueron regenerados bautismalmente son mejores que los que sí lo fueron, pues probablemente han tenido padres cristianos que se han esforzado más que esos padres supersticiosos que simplemente confiaron en la ceremonia externa. Ahora, esa regeneración que no produce ningún efecto, no es nada, es menos que nada. Sería como decir: "Ese hombre ya ha sido sanado de su parálisis." "Pues sí, pero permanece en su cama." "Cierto, está en su cama igual que antes, pero" dices " él está, él está libre de su parálisis." "Pero ¿cómo lo sabes?" "Bien, por supuesto, puede no ser una curación real, sino una curación virtual, puesto que ha experimentado una ceremonia y por lo tanto así tiene que ser. Tienes que creerlo." Esa son palabras muy bonitas. Pero cuando el hombre se levantó y enrolló su cama y la cargó sobre sus espaldas ¡eso fue muchísimo más convincente!

 

Ahora, cuando la Providencia de Dios trae a esta casa a un hombre que ha sido un borracho y oye el Evangelio de Jesucristo y cree en Jesús, y rompe sus copas y se convierte en un hombre sobrio ¡hay algo en eso! Si un hombre altivo y orgulloso y que odia por completo el Evangelio viene aquí; un hombre que puede jurar y que no respeta el día de descanso, y cree en Jesús, se convierte en su hogar en un hombre tan tierno como un cordero, tanto, que su propia esposa apenas lo conoce. Y en el día de descanso se goza en ir a la casa de Dios, algo significa eso, ¿no es cierto? ¡Es algo real y tangible! 

 

Aquí está un hombre que te podría engañar, tan pronto te viera en su negocio. Pero viene a él la Gracia de Dios y se vuelve escrupulosamente honesto. Aquí está otro hombre que solía juntarse con los más viles de los viles y, por la Gracia de Dios, el Evangelio de Jesucristo es recibido por él y ahora busca compañeros piadosos. Y sólo ama a aquellos cuya conversación es dulce y limpia y santa. ¡Eso se puede ver! ¡Eso puede verse! Y ese es el tipo de salvación que necesitamos en estos días, una salvación que pueda verse, que haga que el pecador paralítico enrolle su camilla y la cargue, que lo haga vencedor de los hábitos depravados, que lo libere de la esclavitud de sus pecados y que se manifieste exteriormente a todos los que quieran mirarlo.

 

Sí, mis hermanos y hermanas, esto es lo que el Evangelio ha hecho por nosotros. Y si me dirijo a algunos que han mirado a la religión como un tipo de bálsamo que deben usar mientras ellos continúan en sus pecados, quiero que vean que es algo muy diferente. Cristo ha venido para salvarlos de sus pecados. No para mantenerlos en el fuego y evitar que se quemen, sino para sacarlos como a un carbón fuera del fuego. Ha venido para hacerlos nuevas criaturas y eso Él puede hacerlo en este instante, mientras leen este sermón. Si, cuando oyes el sonido de las palabras: "Cree en el Señor Jesús," se encuentra en ti una mente deseosa, dada por Su Gracia para que puedas confiar en Él, ¡serás salvo de manera tan cierta como que Cristo vive!

 

Estas son cosas extrañas, pero no las rechaces porque son extrañas. Son cosas dignas de un Dios.

 

III. Por lo tanto, para terminar, SI TE HAS ENCONTRADO ALGUNA VEZ CON ALGUNAS DE ESTAS COSAS Y HAS TENIDO QUE DECIR: "¡JAMÁS HEMOS VISTO COSA SEMEJANTE!" ENTONCES VE Y GLORIFICA A DIOS. ¡Engrandécelo a Él desde lo más profundo de tu alma! Si la salvación fuera por obras y pudiéramos abrir nuestro propio camino al Cielo por nuestros propios méritos, yo sería el primero, al llegar allá, en lanzar al aire mi sombrero diciendo: "¡Muy bien hecho! ¡He merecido algo, y lo he recibido!" Pero puesto que la salvación es por Gracia desde el principio hasta el fin, y no por el hombre ni a causa de él, ni de la voluntad de la carne, ni de sangre ni de nacimiento (pues es el Señor el que la comienza, la lleva a cabo y la termina) ¡démosle toda la gloria a Él!

 

Y si alguna vez nos da, como en efecto nos va dar, una corona de vida que no se desgasta, iremos y la arrojaremos a Sus pies y diremos: "No a nosotros, oh Jehovah, no a nosotros, sino a tu nombre da gloria." Vivamos en este espíritu, queridos amigos. El hombre que cree en las Doctrinas de la Gracia y que sin embargo tiene una alta opinión de sí mismo, es altamente inconsistente. Un hombre que cree que la salvación es solamente por Gracia y que sin embargo no glorifica a Dios continuamente, actúa en contra de sus propias convicciones. "Engrandeced a Jehovah conmigo; ensalcemos juntos su nombre." Nos sacó del horrible pozo y del fango que nos aprisionaba y puso nuestro pie sobre una roca y estableció nuestros caminos. Puso un cántico nuevo en nuestras bocas, y también alabanza para siempre. ¡Alabado sea Él, pues Él lo ha hecho y Él debe ser exaltado!

 

¡Oh, ustedes que no conocen esta salvación, ustedes no pueden alabarlo! ¡Y yo no los exhorto para que lo hagan! Pero, antes que nada, ustedes pueden conocer esta salvación por ustedes mismos. Ustedes pueden conocerla. Bendito sea Dios, yo confío que muchos de ustedes conocerán la salvación hoy, olvidándose de conseguirla por ustedes mismos, abandonando cualquier dependencia de cualquier cosa que ustedes puedan hacer o ser o sentir, y cayendo en los brazos de Jesús, descansando en su obra consumada y confiando en Él. Él los salvará, Él DEBE salvarlos si confían en Él, y entonces le darán la alabanza. Dios los bendiga, querido amigos, por medio de Cristo.

 

 

 

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