SANA DOCTRINA - Ministerio de Difusión Bíblica

El Sol Naciente

 

Un sermón predicado

Por Charles Haddon Spúrgeon

En el Tabernáculo Metropolitano, Newington, Londres.

 

 

“Mas a vosotros los que teméis mi nombre, nacerá el Sol de justicia, y en sus alas traerá salvación; y saldréis, y saltaréis como becerros de la manada”.

Malaquías 4. 2

 

“Mas para vosotros que teméis mi nombre, se levantará el Sol de justicia con la salud en sus alas; y saldréis y creceréis como terneros del establo”.

Malaquías 4. 2.  (Versión King James)

 

Los judíos esperaban que la venida del Mesías exaltara a cada uno de los israelitas. Sus expectativas eran grandes, pero ellos eran también carnales y sensuales, puesto que buscaban un rey terrenal que hiciera que la nación despreciada saliera victoriosa sobre todos sus enemigos, y enriqueciera a todo varón de la raza de Abraham.

 

Las Escrituras no les daban ninguna base para tales expectativas universales, sino todo lo contrario, y en el capítulo que ahora estamos considerando, el profeta explica que la venida de Cristo sería en verdad como la salida del sol, llena de gloria y de esplendor, pero los resultados no serían los mismos en absoluto. Para los que pensaban que eran justos y despreciaban a otros, aunque fueran perversos en su comportamiento, la salida de ese sol traería un día agostador y abrasador. Lean el primer versículo. “Porque he aquí, viene el día ardiente como un horno, y todos los soberbios y todos los que hacen maldad serán estopa; aquel día que vendrá los abrasará, ha dicho Jehová de los ejércitos, y no les dejará ni raíz ni rama.”

 

No serían como plantas llenas de savia que florecerían en el calor tropical, sino como paja que se seca más y más hasta que prende fuego: “aquel día que vendrá los abrasará, ha dicho Jehová de los ejércitos, y no les dejará ni raíz ni tronco”, pues así pudiera traducirse, y entonces la figura sería congruente en todo momento. Abrasaría un campo de paja en el que no había ninguna vida, tan intenso sería el calor. Ahora, esa fue la consecuencia de la venida de Cristo. La religión de los judíos, en Su venida, estaba seca y muerta, como paja.

 

El fariseo pensaba que era justo porque se ponía una ancha filacteria y diezmaba anís, y menta, y comino y trivialidades como esas; el saduceo tenía un alto concepto de sí mismo porque era un hombre de sentido común, un pensador, un racionalista; y otros sectarios de ese período encontraban bases igualmente frívolas para gloriarse. El ministerio de Cristo los secó totalmente y han dejado de existir. Hoy en día nosotros usamos los nombres de fariseo y saduceo, pero no hay ninguna persona en el mundo a la que le gustaría ser llamada por cualquiera de esos nombres. El resultado de la venida de Cristo, tanto por Su Espíritu como por Su advenimiento personal, es siempre el mismo. Si el Espíritu de Dios visitara con un avivamiento a esta iglesia no tendría un efecto igualmente benéfico para todos.

 

Para algunos la salida de este Sol traería salud y bendición, pero para otros traería abrasamiento y agostamiento. ¿No saben ustedes que el tiempo veraniego que llena de grano y hace que cuelgue su rubia cabeza sonrojándose de pura modestia por la bendición que le ha venido, hace salir también de sus secretas guaridas a las hierbas malas y nocivas? Siguiendo el ejemplo del trigo, la cizaña se anima con el sol, y así las malas hierbas maduran a la par de las buenas; pero la madurez de lo que es malo sólo precipita su destrucción: la sequedad del rastrojo es la preparación para que sea completamente consumido. Hacemos bien en orar pidiendo un avivamiento, pero no debemos suponer que un avivamiento traerá bendiciones para quien es un mero formalista. Posiblemente pudiera hastiarle y alejarle por completo de la religión. Al ver la obra del Espíritu de Dios a su alrededor, descubrirá que no tiene una verdadera religión, y así el día del Señor será para él “ardiente como un horno”, y siendo altivo y al mismo tiempo actuando perversamente, su vacía profesión de religión se consumirá como la hojarasca.

 

La venida del Mesías iba a traer para otra clase de personas una plenitud de bendición, y es de ellas que tenemos que hablar. “Mas para vosotros que teméis mi nombre, se levantará el sol de justicia”, no con abrasamiento, sino “con salud en sus alas; y saldréis –no se secarán, ni arderán ni serán destruidos- sino que “saltaréis como terneros del establo”. Ustedes recibirán grandes bendiciones por medio de la presencia de su Señor. Dos cosas ocuparán nuestra atención; la primera es la descripción del pueblo de Dios: “Mas a vosotros los que teméis mi nombre”, y la segunda es, la bendición que se les promete: “se levantará el sol de justicia con la salud en sus alas; y saldréis y saltaréis como terneros del establo”.

 

 

I. Aquí se DESCRIBE A LOS VERDADEROS SANTOS. Mirémoslos.

 

La descripción puede ser dividida en dos partes. Primero, he aquí su carácter permanente: temen el nombre del Señor; y en segundo lugar, deducimos por el texto su carácter accidental, un carácter que no siempre es suyo, pero en el que caen algunas veces, es decir, que necesitan salud, pues si no estuvieran enfermos no habría necesidad de la promesa de que el Sol de justicia se levantará sobre ellos con la salud en Sus alas.

 

Entonces, noten primero su carácter permanente: temen el nombre del Señor. Me deleita pensar que esta promesa es dada a este carácter particular, pues quiere decir que viene a los principiantes en la gracia. “El temor del Señor es el principio de la sabiduría”; no es la gracia más excelsa ni el logro más sublime de la naturaleza espiritual. Por tanto, bendigan al Señor, ustedes que son débiles y enclenques, porque la promesa es dada a ustedes. Ustedes en verdad temen al Señor. Hay veces que nos preguntamos si conocemos el éxtasis del amor, y nos cuestionamos grandemente si alguna vez tuvimos la seguridad de la fe, pero aun entonces sabemos que tenemos un temor reverente de Dios. En la nave, Jonás se encontraba en un estado mental muy pecaminoso y él iba huyendo de Dios, pero, con todo, no dudó en decir: “Soy hebreo, y temo a Jehová”. Este es el carácter permanente de los santos en su peor estado. Si se descarrían, siguen temiendo el nombre del Señor. Le temen, a ratos, muy al estilo de los esclavos, con un espíritu de servidumbre, pero de hecho le temen. Pierden la evidencia de su condición de hijos y dejan de andar en la luz, mas, sin embargo, tienen un temor del Altísimo: no lo tratan con ligereza; no podrían pecar contra Él con facilidad; sigue habiendo en el interior de sus corazones un sentido de Su grandeza. Generalmente asume la forma de una reverencia hacia Su persona. Saben que hay un Dios, y están seguros de que Él hizo los cielos y la tierra; tienen igualmente la certeza de que Él está presente en todas partes, marcando los caminos de los hombres. Otros pueden blasfemar, pero ellos no pueden hacerlo; otros pueden pecar y divertirse al hacerlo, pero a ellos el pecado les cuesta caro; otros pueden deleitarse sin ninguna aprensión, pero ellos no pueden hacerlo, pues temen al Señor. Yo sé que esto describe a toda verdadera religión y que tiene un sentido muy amplio, pero se adapta a mi propósito que lo veamos precisamente ahora como una descripción de los creyentes, válida para todos ellos, prescindiendo del estado en que se encuentren.

 

Siguen temiendo al Señor. Ahora, alma, ¿tiemblas tú delante de Dios? Hay algo en eso. No te pregunto si tiemblas ante el infierno. Eso no sería ningún signo de gracia, pues ¿qué ladrón no tiembla frente a la horca? No te pregunto si le tienes miedo a la muerte. ¿Qué mortal no le tiene miedo, a menos que tenga una buena esperanza por medio de la gracia? ¿Pero tiemblas en la presencia de Dios porque le has ofendido, y tiemblas en la presencia del pecado no sea que le vayas a ofender de nuevo? ¿No se te ocurre alguna vez la pregunta: “cómo, pues, haría yo este grande mal, y pecaría contra Dios?” De la misma manera que algunos se abstienen de cometer un crimen por temor a la ley, ¿te abstienes tú de cometer una vileza por el temor de Dios? Así como algunos son impelidos a la actividad por el miedo a la pobreza, ¿eres impelido tú al servicio divino por un sentido del hecho de que no servirle es permanecer bajo Su ira? Es una cosa humilde y pequeña comparada con las gracias más excelsas que Dios obra en Su pueblo, pero aun así es algo precioso temblar a Su palabra. Me alegra pensar que muchos de ustedes han comenzado a temer a Dios recientemente. Bendigo Su nombre porque no puedes vivir ahora como lo hacías antes. Estás intranquilo en tu antiguo estilo despreocupado. Me alegro mucho por ello, y aunque no puedo estar seguro de que este miedo no pudiera ser un miedo servil, yo espero lo mejor, y oro pidiendo que madure para convertirse en un temor real de Dios que es siempre una obra de la gracia en el alma, de manera que la promesa de nuestro texto te pueda pertenecer.

 

Ahora, amados, he dicho que la descripción del pueblo de Dios que es dada aquí no sólo denota su carácter permanente: que temen al Señor, sino que menciona también su carácter ocasional. Algunas veces caen en una condición que deploran, y el texto da a entender esto por el hecho de que el Sol de justicia se levantará sobre ellos, pues esto implica que hasta entonces estaban en tinieblas. Sin importar cuál otra luz pudiera haber, cada uno de nosotros sabe que mientras no salga el sol nuestra condición es de una comparativa oscuridad. Hay hijos de Dios que caminan en tinieblas, que por cierto son amados hijos de Dios; ciertamente estoy inclinado a pensar que todo hijo de Dios se adentra algunas veces en la oscuridad. Algunos comienzan con una luz resplandeciente y luego experimentan un tiempo nublado a mitad del camino, mientras que otros sufren su peor oscuridad al final. Knox y Lutero experimentaron sus más severas tentaciones cuando estaban a punto de morir. Bien se ha dicho que Dios algunas veces acuesta a Sus hijos en la oscuridad. No importa, pues se despiertan en la luz, en la mañana eterna; pero usualmente experimentamos una lúgubre temporada en algún punto entre el nuevo nacimiento y el cielo, tal vez para hacer que el esplendor sea mucho más reluciente cuando la noche acabe para siempre. Amado hermano, ¿estás sumido en la oscuridad en este momento, y te sorprende eso porque todos los demás parecen tan animados en su religión? Amada hermana, aunque has sido una creyente durante muchos años, ¿te parece como si nunca te hubieras encontrado en un peor estado que ahora, mientras otros se regocijan? Entonces, pregúntate: ¿aún temes al Señor? ¿Se humilla tu alma en la presencia de Su majestad, y deseas Su gloria? Nunca desesperes; el Sol se levantará pronto para ti.

 

También es claro por el texto que los hijos de Dios pueden estar algunas veces en mal estado de salud, pues el Sol de justicia ha de levantarse para ellos con la salud en Sus alas, y esa no sería una promesa muy necesaria si no enfermaran. Un cristiano pudiera estar abatido por graves dolencias espirituales. Su pulso pudiera latir lentamente, su corazón puede volverse débil; puede estar vivo, y eso pudiera ser todo; el letargo pudiera apoderarse de él, la parálisis pudiera conducirle a temblar desalentadamente, pudiera haberse extraviado de su Dios. ¡Ay!, aun pudiera sufrir de un ataque de fiebre palúdica, en el que tiembla con incredulidad de la cabeza a los pies.

Pudiera ser que sus ojos se hubieran vuelto tan ciegos que no puede ver de lejos; y sus oídos pudieran ser tardos para oír, y pudiera ser como los insensatos en el salmo, cuyas almas abominaron todo alimento. Pudiera haber repudiado los consuelos de la promesa, y pudiera haber quedado muy abatido; con todo, no morirá, sino que vivirá, y proclamará las obras del Señor, pues la enfermedad del alma de un santo no es para muerte. Él se recuperará y cantará acerca del Señor cuyo nombre es “Jehová Rafa… Yo soy el Señor tu sanador”. Oh, hijo de Dios, si te encuentras en un estado de enfermedad y de aflicción, clama a tu Señor fuertemente, y el Sol de justicia se levantará para ti con la salud en Sus alas.

 

Noten asimismo que, conforme a nuestro texto, los hijos de Dios pudieran estar en una condición de servidumbre, pues se dice que cuando el Sol de justicia se levante “saldréis, y saltaréis como terneros del establo”. Entiendan la figura. El becerro está encerrado en el establo, y en la noche lo amarran con un cabestro, pero cuando sale el sol el ternero sale al potrero; el novillo queda en libertad. De igual manera el hijo de Dios puede estar en cautiverio. El recuerdo de pecados pasados y la presente incredulidad pueden ponerle cabestro y mantenerlo en el establo, pero cuando el Señor se revela queda en libertad. Aun los verdaderos hijos de Dios tienen que clamar algunas veces como Pablo que están vendidos al pecado; pueden olvidar la sangre de la redención durante un tiempo y considerar que todavía son esclavos, y sin embargo, son verdaderos hijos de Dios. De ahí la belleza de la promesa de que saldrán.

 

Sí, y hay más en el texto. Los hijos de Dios pueden encontrarse en tal estado que dejan de crecer, pues de lo contrario no tendríamos la promesa: “Saldréis y creceréis” cuando resplandezca el Sol de justicia. Mi querido hermano, ¿sientes como si no hubieses crecido en la gracia durante meses? Necesitas que el Sol de justicia resplandezca sobre ti y crecerás como lo hacen las plantas. Todos los árboles están desnudos en invierno y sus ramas están aparentemente secas y muertas, pero cuando regresa el sol primaveral, los capullos comienzan a hincharse y las hojas reaparecen y los árboles florecen y producen fruto. Lo mismo sucede con ustedes. El Señor no los ha dejado. Su crecimiento podría haberse detenido durante un tiempo, pero crecerán de nuevo.

 

Además, el hijo de Dios puede entrar en una condición tal que pierda su gozo, pues les diré un secreto acerca del texto: puesto que la Septuaginta así lo tradujo, y el hebreo encierra ese sentido, podría ser traducido y probablemente debería ser traducido: “Saldréis y saltaréis como terneros del establo”. El joven ganado pudiera haberse quedado en los establos durante el invierno, pero cuando el sol trae consigo la primavera los campos reverdecen, y entonces sueltan el ganado. Hay gozo en los movimientos de las criaturas. De igual manera cuando el Señor se aparece a los miembros Su pueblo, ellos se mueven con deleite y danzan de puro gozo de corazón. El amor del Señor en su interior los llevará a dar expresión a su gozo.

 

Yo oro pidiendo que ustedes puedan sentir ese intenso deleite en la libertad del Evangelio y salten de gozo. He descrito así al pueblo al que llega la promesa.

 

 

II. Mi segundo y más placentero deber es ABRIR LA PROMESA MISMA. “Nacerá el Sol de justicia”. Hijo de Dios que estás en tinieblas, en prisión, estancado e infeliz, ¡qué promesa hay aquí para ti! “Nacerá el Sol de justicia”. Su nacimiento ha de hacerlo todo, no hay nada que tú debas hacer; no tienes que realizar ninguna obra para alcanzar la bendición que necesitas. El Sol de justicia nacerá; ahora, el nacimiento del sol es una de las cosas más maravillosas en la naturaleza, no meramente por su grandeza y belleza, sino por su sublime manifestación de fuerza. ¿Quién podría frenar los caballos del sol? ¿Qué mano podría bloquear la rueda dorada de su carruaje y ordenarle que detuviera su curso? Ha llegado el tiempo de que nazca, y he aquí, deleita al mundo con el alba. Santo Espíritu, tal es Tu poder. Cuando es Tu tiempo de obrar ¿quién podría oponerse a Ti? Así como el sol inunda toda la tierra con su esplendor y ningún poder puede obstaculizar sus movimientos, así obra el Espíritu Santo y nadie puede impedírselo. Entonces argumenten esta promesa esta noche y clamen: “Oh Sol de justicia, levántate sobre los que te temen: ven ahora en toda Tu majestad y riqueza de gracia; derrama sobre nosotros Tu luz y calor y vida, y llena este lugar con Tu gloria”.

 

Observen ahora cuál será el resultado de Su nacimiento. Tan pronto como este sol se levanta y Cristo comienza a brillar sobre Su pueblo, ellos disfrutan de una clara luz. Estaban en tinieblas antes, pero ahora están en la luz. Yo he estado viviendo durante un tiempo en un país donde el sol lo es todo. La temperatura y la atmósfera son saludables y deliciosas, casi diría celestiales, gracias a su presencia.

 

Cuando el sol brilla ni el pino enfermo ni el saludable están tristes, y cuando las nubes ya no velan más su faz estamos como en el huerto del Señor. Todo depende del sol. Desciendan a un valle donde no haya penetrado el brillo del sol y encontrarán escarcha; crucen la calle hasta la sombra, y temblarán de frío. La atmósfera se vuelve tan límpida gracias a la supresión de todas las nieblas y brumas, que algunas veces hemos logrado ver hasta cien millas de distancia al otro extremo del mar, y los montes de la distante Córcega se han alzado como una hermosa visión. No puedo evitar usar la ilustración, porque está tan claramente ante mí. Cuando el Sol de justicia sale para un cristiano y brilla a plenitud sobre él, no ve unas islas que están a cien millas de distancia, sino que ve las puertas de oro de la ciudad celestial y al Rey en Su hermosura, y a la tierra que está muy distante, pues la presencia de Cristo limpia la atmósfera y nos permite ver lo invisible. Que el Sol de justicia nazca para ustedes que temen Su nombre y les dé justamente tal claridad y luz.

 

Pero según el texto, cuando el Sol de justicia nazca para aquellos que temen al Señor, les dará salud. Hay salud en Sus alas. Por las alas del sol se quiere significar los rayos que proyecta a lo alto en el aire, o que parecen derramarse una vez que está en lo alto en el cielo. Hay realmente salud para los cuerpos de los hombres en el sol. ¿Acaso no los hemos visto venir a la tierra soleada, estando tuberculosos y doblegados por la debilidad, y cuando han tomado el sol y se han calentado durante unas cuantas semanas, la herida en el interior del pulmón ha comenzado a sanar, y el tuberculoso ha respirado de nuevo y se ha podido comprobar que viviría? Algunos han llegado aquí casi sin poder articular palabra, y por el influjo del sol comenzaron a hablar de nuevo, como hombres cuya juventud ha sido renovada. El sol es el gran médico. Donde el astro penetra no se necesita médico, y allí donde resplandece los hombres reviven rápidamente. En cuanto al Sol de justicia, ¡oh, cómo sana a los enfermos! Cristianos enfermos, yo quisiera que ustedes se sentaran bajo esa luz solar durante todo el año aunque no hicieran otra cosa que asolearse allí, tal como los animales se deleitan asoleándose bajo el sol. Las flores conocen al sol, y voltean a él su cáliz y sorben la salud que él les brinda con sus reservas de oro. Oh, que tuviéramos el suficiente sentido para conocer al Sol de justicia, para que pudiéramos, mediante oración y meditación y una vida santa, bañarnos y asolearnos en Sus deliciosos rayos. Seremos en verdad fuertes si Él se levanta para nosotros con salud en Sus alas. Él se ha levantado, pero nosotros nos escurrimos a la sombra. Él se ha levantado, pero nosotros nos metemos en los pozos de hielo de la mundanalidad y del pecado y no dejamos entrar su calor, y luego nos sorprende que estemos enfermos, pero siempre estaremos enfermos hasta que salgamos otra vez a la luz y Jesús brille para nosotros de la mañana a la noche.

 

No debo detenerme en ningún punto, pues mi tiempo es limitado; pero quisiera que notaran cómo dice el texto que cuando el Sol de justicia brilla, el cristiano obtiene su libertad. “Saldréis”. Me he estado alojando allí donde el inválido no se aventura a salir si el viento sopla, y si hace un poco de frío y el sol no brilla tiene que quedarse bajo techo o perdería el beneficio que hubiere recibido; pero cuando el sol ha salido y el aire está en calma, entonces sale y deja su aposento y está pletórico de vida una vez más. Hay cristianos que se han tenido que quedar bajo techo durante mucho tiempo; no han recorrido la distancia de la promesa, ni han escrutado la amplitud del pacto ni han escalado hasta llegar a la cumbre del Pisga(1) para contemplar el paisaje. Oh, amados, si el Sol de justicia, el Señor Jesús, brilla para ustedes, saldrán no sólo para disfrutar la vida cristiana, sino para entrar en el servicio cristiano, e irán más lejos todavía para llevar a otros a Cristo.

 

Entonces comenzarán a crecer. Ese es otro efecto del sol, y cuán maravillosamente la luz del sol hace que los seres crezcan. Aquí tenemos, en nuestros invernaderos, unas plantitas que consideramos tan maravillosas que las mostramos a nuestros amigos y las exponemos sobre nuestras mesas como rarezas, pero yo las he visto creciendo libremente en los campos, en el soleado sur, y son diez veces más grandes, y la razón es que el sol las ha mirado. Las rarezas de nuestro país son cosas cotidianas en la tierra del sol. Yo he conocido a cristianos que han recibido un poco de fe y se han quedado perfectamente pasmados por ello, y Dios los ha bendecido con un poco de amor por Jesús, y han sentido como si hubieran sido santos espléndidos; pero si vivieran a la luz del sol, podrían mover montañas por su fe, y su amor los conduciría a dedicar su vida entera a Jesús, y sin embargo, no se quedarían pasmados. El Sol de justicia puede producir frutos ricos y raros. Nuestra tierra fría y nublada, cubierta por su nubosidad y su neblina, ¿qué podría producir en el invierno? En las partes más favorecidas de la tierra, aun en nuestro invierno, los árboles se ponen dorados con sus frutas.

 

Lo mismo sucede con el alma. ¿Qué puede producir si vive en la mundanalidad? ¿Qué puede producir si vive para sí misma? Pero cuando conoce el amor de Jesús y el poder de Su gracia, aun en su peor estado produce el más rico y raro fruto para la gloria de Su gracia.

 

Voy a concluir exhortando a mis hermanos de la iglesia a que vivan a la luz del sol. Salgan de las sombras. Hay sombrías cañadas en este mundo donde nunca brilla el sol: son llamadas ‘cañadas de placer’ y algunas veces la pálida luna las mira desde lo alto con un rayo enfermizo; pero el santo sabe distinguir entre la luz del sol y la luz de la luna del mundo. Salgan de esos gélidos lugares y vayan donde hay una clara luz. “Pero” –dice alguien- “yo no sabía que hubiera gozos en la religión”. Mi querido amigo, entonces, ¿conoces a la verdadera religión? Pues “las cosas bellas son una dicha sempiterna”. El que conoce a Cristo ha visto el sol, pero mientras no le haya conocido sólo ha visto el resplandor de la luciérnaga. Quien nunca conoció el poder de la sangre no conoció nunca la paz, la profunda paz; quien nunca confió en el sacrificio expiatorio del Salvador no conoció jamás el gozo, el gozo real, aquel que los ángeles llaman gozo. Oh, vengan, los que están deprimidos y angustiados y abatidos, cuya religión ha sido una esclavitud y cuya profesión ha sido una servidumbre: reciban un verdadero bautismo en Cristo por la fe en Él, y cuando se hayan sumergido en el más profundo mar de la Deidad, entonces conocerán un gozo y una paz que sobrepasa todo entendimiento. El mundo no puede darlos; tampoco puede quitarlos. “Mas a vosotros los que teméis mi nombre, nacerá el Sol de justicia, y en sus alas traerá salvación”.

 

Yo quisiera animar a los que temen un poco al Señor, me refiero a los buscadores. Vengan a la luz. Vengan y sean bienvenidos ya que nadie cuestionará el derecho de ustedes. Hasta ahora nunca me he enterado de alguien que dijera: “no debo exponerme al sol; el sol no es mío”. Los señores de este mundo han cercado cada acre, y casi no hay ni una estéril ladera de monte que no esté protegida con un letrero que dice: “no se permiten intrusos”. Pero ellos no pueden cercar la bendita luz del sol; no, ni siquiera por una hora. A través de la ventana del pobre, aunque el vidrio esté roto y tapado con harapos, un rayo de luz de sol se abrirá paso tan alegremente como lo hace en los salones de los monarcas; brilla sobre los harapos del mendigo así como sobre el manto escarlata del príncipe: es libre.

 

Cuando Diógenes le pidió a Alejandro que se apartara pues le tapaba el sol, tenía el derecho de hacerlo pues la luz del sol le pertenecía a Diógenes en su tonel tanto como a Alejandro que había conquistado un mundo. Oh, tú que eres el más despreciable de los despreciables en tu propio juicio, el más ruin de los ruines en tu propia estima, el más culpable de los culpables según te acusa tu conciencia delante de Dios, has de saber que el Sol de justicia ha salido, y Su luz es libre.

 

¡Debes exponerte al sol; debes exponerte al sol! “Oh, -dices- pero yo me voy a mejorar pronto: estoy enfermo, pero me voy a mejorar pronto”. Tienes que exponerte al sol, amigo, pues hay salvación bajo las alas del Sol de justicia; no la hay en ninguna otra parte, aunque digas “Estoy encendiendo un fuego, y espero calentarme con la chispas de mi propia leña”. Amigo, tienes que exponerte al sol. ¿Qué podrían hacer todos tus fuegos? Aunque prendieras fuego a todo el Líbano, y tomaras toda la madera que pudieras juntar en el Sirión(2) para hacer una pira con toda ella, ¿qué sería comparado con el potente horno del sol que ha estado ardiendo durante muchas edades, y arderá hasta que el ojo del último ser mortal lo haya mirado? Oh, alma, no procures salvarte a ti misma con tus caprichos y tus fantasías, sino que ¡has de exponerte al sol! ¡Amigo, exponte al sol! “Pero tal vez no pueda hacerlo”. ¿Quién empobrecería si la luz del sol brillara sobre ti? Hay suficiente luz para los demás aunque derrame sus rayos sobre ti. El sol no brilla más si tú no tienes sus rayos; él no será menos brillante aunque tú y miles como tú sigan juntos durante un siglo bañándose a su luz. Lo mismo sucede con Jesús. “En él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad”. Si tú tomaras toda la misericordia que se pudiera necesitar para trasladarte desde las puertas del infierno hasta el propio cielo, Él tendría disponible la misma cantidad de misericordia. Si todo el mérito que pudieras necesitar para salvar a tu condenado espíritu y para convertirte en un hijo de Dios fuera tuyo, como hago oración pidiendo que así sea, habrá tanto mérito disponible en Cristo como siempre. ¿Por qué detenerte? “Pero yo soy tan vil”. ¿Acaso el sol no brilla en muladares? ¿No podría brillar sobre ti la misericordia de Dios, pecador de muladar? Tú no puedes ser tan ruin, tú no puedes ser tan vil; que la infinita misericordia de Dios, como la infinita luz del sol, pueda alcanzarte. “Ay, yo soy tinieblas”. ¿Y qué noche fue demasiado oscura para que el sol no pudiera convertirla en día? “Ay, yo soy frío”. Pero ¿qué témpano de hielo fue demasiado frío para que el sol no lo derritiera? ¿Qué invierno fue demasiado severo para que el sol no lo convirtiera en verano? Entrégate, tú pedazo de hielo, entrégate al sol, y él te derretirá. Muerta y marchita ramita, entrégate a ese amado rayo de sol que espera besarte ahora, y despertará la vida en tu interior, y te calentará hasta que estés cargada con ricos frutos, para alabanza y gloria del Sol de justicia que se ha levantado sobre ti.

 

Que el Señor nos conceda que así sea para todos nosotros, por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

 

 

Porción de la Escritura leída antes del sermón: Malaquías 3 y 4.

 

 

 

Nota:

1) Monte Pisga: Algunos traductores del libro bíblico de Deuteronomio traducen Pisga como el nombre de una montaña, generalmente refiriéndose al Monte Nebo. La región se encuentra directamente al este del río Jordán y justo al noreste del Mar Muerto. (Deuteronomio 34. 1-4).

 

2) Sirión: El Sirión es un río ficticio perteneciente al “legendarium” obra literaria del escritor británico J. R. R. Tolkien y que aparece en sus novelas póstumas El “Silmarillion y Los hijos de Húrin”. Es la principal arteria fluvial de las tierras de Beleriand, en la Tierra Media; el cuál, es un continente ficticio en el que transcurren la mayor parte de las historias que el autor británico J. R. R. Tolkien escribió para su legendarium. La novela El Silmarillion narra la lucha que mantienen por el control del mundo, y de la Tierra Media, los Valar, los elfos y los hombres contra Morgoth y sus siervos.

 

 

 

 

  volver