SANA DOCTRINA - Ministerio de Difusión Bíblica

DECISIÓN

Ilustrada por el caso de Josué

 

Un sermón predicado el domingo, el 18 de abril de 1.875

Por Charles Haddon Spúrgeon

En el Tabernáculo Metropolitano, Newington. Londres

 

 

“Yo y mi casa serviremos a Jehová”   Josué 24. 15

 

Josué sabía que la gente que lo rodeaba, mientras aparentemente servían a Jehová, muchos de ellos adoraban en secreto a los antiguos ídolos de sus padres mesopotámicos, esos serafines que una vez estuvieron escondidos en la tienda de Raquel, los cuales, algunos de ellos nunca fueron eliminados completamente de la familia de Jacob, quienes además preservaron los emblemas egipcios. E incluso, algunos de ellos habían caído en la adoración de dioses que la gente había ya había desplazado, pero seguían colocando imágenes de Balaam en sus hogares. El pueblo era nominalmente adorador de Jehová, pero en realidad, muchos de ellos se habían desviado hacia dioses extraños. Nunca, en sus mejores días los hijos de Israel habían estado del todo divorciados de los ídolos, porque, como dijo Esteban de ellos, incluso en el desierto tomaron el tabernáculo de Moloch y la estrella de su dios Renfán, figuras que hicieron para adorar. Ahora bien, Josué, siendo un hombre íntegro y decidido, no soportaba el doble ánimo y, por lo tanto, incitaba al pueblo a tomar una decisión exhortándolos a servir al Señor con sinceridad y, si lo hacían, debían poner lejos, por completo, todas sus imágenes esculpidas. Les exigió una determinación por una cosa u otra, y clamó: “Y si mal os parece servir a Jehová, escogeos hoy a quién sirváis; si a los dioses a quienes sirvieron vuestros padres, cuando estuvieron al otro lado del río, o a los dioses de los amorreos en cuya tierra habitáis”. Los encerró en una encrucijada para que declaren y presenten una elección entre el Dios verdadero y los ídolos; y no les dio descanso con sus tibiezas, anticipándose al clamor de Elías sobre el Carmelo cuando exigió, “¿Hasta cuándo claudicaréis vosotros entre dos pensamientos? Si Jehová es Dios, seguidle; y si Baal, id en pos de él”. ¿Puede la tierra y el Cielo estar en silencio mientras tal decisión está en suspenso?

 

Para obligarlos a hacer valer su decisión, declaró la suya propia. El ejemplo personal de un hombre es elocuente más allá del poder de las palabras. ¡Escucha al gran anciano! Él grita: “Pueden dudar, pero mi decisión está tomada de una vez por todas. Juzguen como quieran, mi veredicto ya está dado y mis hijos están de acuerdo conmigo, en cuanto a mí y mi casa serviremos a Jehová”. No tenemos reverencia por los demonios de Canaán o los mitos de Egipto y no podemos respaldar a sus propios adoradores; nuestros corazones son leales al Dios de Abraham, Isaac y Jacob que nos sacaron de Egipto y nos dio esta tierra como herencia. En cuanto a mí y a mis hijos y mis hijas, la suerte está echada y serviremos sólo a Jehová”. Esta confesión por parte de Josué fue clara y no una comedia de elocuencia o una resolución hecha de improviso para influir a su audiencia: su vida había sido de tal manera, que su declaración tuvo el peso necesario para todo quien lo escuchó, de lo contrario hubiera sido inútil pronunciar tal declaración. Siempre fue un hombre de pasos firmes y mente decidida. Probablemente esta fue una de las razones por las que Moisés lo escogió para ser su siervo y lo mantuvo en contacto personal para su asistencia.

 

Su firmeza se manifestó muy claramente en su conducta como uno de los doce espías. Los otros trajeron un mal informe de la tierra, pero no así Josué y Caleb. Aunque eran sólo dos contra diez, sin embargo, valientemente mantuvieron su testimonio. Y cuando el pueblo hablaba de apedrearlos, no vacilaron ni por un instante, y permanecieron fieles a sus conciencias. Estos dos hombres solos sobrevivieron a las tumbas del desierto, porque solo ellos estaban libres de los pecados del desierto. También considera a Josué como un guerrero, porque él fue llamado a pelear las batallas del Señor y lo encontrarás siempre como un buen soldado del Señor. ¡Qué soldado era! Saúl, en tiempos posteriores, podría perdonar a la simiente condenada de Amalek, pero no Josué. Mientras Moisés levantó las manos para orar, la espada de Josué no se detuvo en la obra de ejecución. Cuando Israel cruzó el Jordán para atacar a los cananeos, tenía una misión del Señor para destruir a estas naciones proscriptas y lo hizo aplicadamente. Tan celoso era él en esta guerra que el día no era suficiente tiempo para él, y ordenó al sol y a la luna que se detuvieran hasta que la batalla del Señor se librara hasta el final. Josué, como su amigo Caleb, “siguió al Señor plenamente”. Podría haber tomado como lema la palabra, “minucioso”. Le pertenecía a Jehová en corazón, alma, mente y fuerza. Como sucesor de Moisés y figura del Señor Jesús, se vistió de celo como de un manto y se ciñó de fidelidad como con una prenda. Su deber asignado lo cumplió con rigor marcial y firmeza inmutable. Él tenía un solo ojo y una mano firme. Era fuerte y valiente, y el Señor estaba con él. Y aun siendo anciano aquel  guerrero y príncipe de Israel dijo: “Yo y mi casa serviremos a Jehová”.

 

Admiramos la fidelidad de Josué y confesamos que la necesitaba. Pero no podemos olvidar que nunca hubo un momento en la que no haya solicitado de la misma manera, una decisión por Dios. Es bueno admirar esto en otros, pero es mucho mejor poseerlo nosotros mismos. Es imperativo que en todo tiempo los hombres tomen sus decisiones de defender a Dios y Su verdad. En la primera casa fuera del Edén, Abel tuvo que protestar contra su padre por el mal ejemplo de su hermano mayor y en consecuencia murió. Enoc, cuando todos a su alrededor andaban siguiendo la corriente de este mundo, se atrevió a ser singular y caminó con Dios. Noé le creyó a Dios en medio de la maldad universal y perseveró durante largos años en la preparación del arca aunque todos los hombres se burlaron de sus advertencias. Abraham abandonó su país y su hogar, por mandato de Dios, y se hizo peregrino y forastero, viviendo solo y no contado entre los pueblos. La suya fue una gran vida, porque la fe decidida hizo de él no sólo un hombre poderoso, sino rey entre patriarcas. Cada edad tuvo su hombre cuyo corazón estaba firme confiando en el Señor para que sirva como un hito para orientar y alentar a los santos más débiles y sepan cómo dirigirse y comportarse como verdadera roca contra la cual la rebelión enfurecida de la gente sea en vano. Mirad a Moisés, que tiene por mayores riquezas el vituperio de Cristo que todos los tesoros de Egipto, excitando una lenta carrera hacia la acción, enfrentándose al rey tirano y conduciendo a Israel al desierto. Qué alma principesca le hizo la gracia. ¡Con qué firmeza se adhirió a la justicia y a la verdad para ser fiel a Dios en toda su casa! Ahora, pase a través de los jueces y encontrará que eran hombres decididos para el Señor, su Dios, o nunca habrían librado a Israel. Acuérdense de Samuel y de David, y Natán y Elías. ¡Qué grandeza rodeó la cabeza del tisbita porque era extremadamente celoso para el Señor Dios de Israel! No fue un servidor inconstante como bien sabían Jezabel y Acab. En años posteriores, Daniel es el gran tipo de decisión cuando lo vemos abriendo su ventana y orando, como antes, aunque sabe que el destino de la muerte se cierne sobre él. Los tres santos niños también están ante nosotros desafiando a las llamas devoradoras del horno antes que inclinarse ante la imagen de oro de Nabucodonosor. En los tiempos del Nuevo Testamento, Juan el Bautista se eleva a la primera fila por su fidelidad resuelta y Pilatos se hunde en la eterna vergüenza por su vacilación. Pablo está cubierto de renombre, mientras que Agripa, que estuvo “casi persuadido”, se pierde en el olvido. En cada época, la decisión ha sido lo único que se debe desear: el inclinarse, y el estremecimiento siempre ha sido fatal, pero pararse como columnas de hierro y paredes de bronce ha sido seguridad y honor. En estos días, se necesita la misma firmeza. Nosotros también debemos tomar nuestra posición, y al tomarla, debemos sostenerla como si estuviéramos arraigados a la tierra. ¡Oh bendito Espíritu, danos gracia para esto! Fiel Redentor, fija tu imagen sobre nosotros para que también nosotros podamos resistir hasta la sangre, luchando contra el pecado.

 

Mi discurso discurrirá así: Decisión por el Señor, y luego describirla, exaltarla y exigirla.

 

I. Primero, déjenme DESCRIBIRLA. Decisión significa muchas cosas, todas las cuales deben ser obradas en nosotros por la obra de la gracia divina, o nunca la poseeremos, aunque tengamos sus falsificaciones. La decisión implica, en primer lugar, que toda vacilación se ha ido. Hay un período en el que la mente reflexiva pende en equilibrio; y la pregunta es, hacia donde inclinará la balanza. Tenemos un tiempo de probar y comprobar cuando se sacan las vasijas que están en el fuego y se colocan las ollas entre las brasas. Pasar sabia y rápidamente a través de este punto es una gran misericordia. Toda esta experiencia había terminado en el caso de Josué: había terminado la prueba de todas las cosas y alcanzó a retener lo que es bueno. El resultado ya no estaba en suspenso. La balanza se había inclinado hacia Dios y Su causa. Descansó en su lugar para nunca ser movida. Josué tenía una mente propia y conocía su propia decisión. La duda se había desvanecido hacía mucho tiempo, el debate finalmente se cerró, y su resolución fue tomada sin una pizca de reserva; en consecuencia, su acción fue enérgica y ardiente. Y ahora, queridos amigos, seguramente es tiempo para algunos de nosotros, especialmente para aquellos que hemos llegado a la flor de la vida y todavía permanecemos en la irresolución de terminar con ella. ¿No hemos tenido suficiente tiempo para la vacilación, fingiendo y demorando deliberadamente tal inestabilidad? El tiempo pasado puede ser necesariamente suficiente para esto; pero, ¿no ha sido ya demasiado tiempo? No harás ningún viaje, oh viajero, que el sol está ahora en su cenit ¡no te decides qué camino tomar! ¡Marinero, tus viajes serán escasos si permaneces anclado por mucho más tiempo! La estación de los vientos favorables está pasando y, sin embargo, tus velas permanecen inerte: ¿Nunca se henchirán de viento? ¿Nunca resolverás el problema de: “A qué puerto debo dirigirme”? ¿Con qué carga debo colmar mi barco? Nuestras vidas no son para terminar en una repetición constante de la pregunta: “¿Qué seré?” Si pudiéramos cambiar de lugar como una veleta y convertirnos en juguetes de las circunstancias, la fluctuación podría estar bien. Pero somos hombres, y para un hombre, la decisión es indispensable: debe saber dónde está y hacia dónde va. Y será una evidencia de salvación para él si ha cancelado la duda por una fe firme por Jesús; y con su decisión, habrá terminado con la vacilación por una plena consagración al servicio del Señor. ¡Oh, que todos los hombres y mujeres entre nosotros, por la gracia divina, pudiéramos llegar a este punto, “En cuanto a mí y mi casa, serviremos al Señor”!

 

Este estado de corazón indica superioridad a la mala influencia de los demás. Mientras somos niños, somos maleables en cada mano. Creemos lo que nos dice el último informador. Nuestro juicio es influenciado por nuestros padres, maestros y ancianos. Pero, cuando llegamos a ser hombres y mujeres, desechamos las cosas infantiles que nos controlaban y rechazamos esta propensión a apoyarnos en los juicios de otros hombres. Ahora, el desafío debe ser ejercitar nuestro propio entendimiento, o si no, ¿para qué se nos fue dado? Dios espera para guiarnos, pero Él quiere que clamemos a Él y no sigamos el rastro de nuestros semejantes. Debemos esforzarnos por tener una mente iluminada por la gracia, decidida por Dios y establecida en la verdad. Y luego deberíamos emprender nuestro propio camino para Dios y su verdad, y no considero que sea una gran dificultad si en ese camino tuviéramos que caminar solo. Un hombre no debe ser como una hilera de casas, que se vendría abajo si se quitaran las de la derecha y las de la izquierda; debería separarse por completo para que las cuatro paredes permanezcan firmes sin otra casa que la sostenga. Por desgracia, me temo que pocos han llegado a este punto. La mayoría de los hombres son un rebaño débil y siguen a sus líderes, sin tener discernimiento propio. ¡Ay de ellos cuando los líderes ciegos los llevan al foso! La gran guía del mundo es la moda y su dios es la respetabilidad— dos fantasmas de los que se ríen los valientes. ¿Cuántos de ustedes miran a su alrededor en la sociedad para saber qué hacer? Observan la corriente general y luego flotan sobre ella. Estudian la brisa popular y cambian sus velas a su medida. Los verdaderos hombres no lo hacen así. Usted pregunta: “¿Está de moda? Porque si está de moda, hay que hacerlo”. La moda es la ley de las multitudes, pero no es más que el consentimiento común de los tontos. El mundo tiene sus modas tanto en la religión como en la vestimenta, y muchos de ustedes sienten su influencia. Si hubieran caído entre el pueblo de Cristo, algunos de ustedes habrían hecho profesión de religión mucho antes; pero, por el contrario, habiendo sido arrojados entre los impíos, aunque tengan algunos deseos para con Cristo, ustedes son retenidos por la malas influencias. ¿Qué son sino niños, aptos para la guardería y el biberón? Si fueran hombres, se pararían sobre sus propios pies y no necesitarían que alguien los lleve en brazos—

 

“¡Atrévete a ser un Daniel!

¡Atrévete a estar solo!

Atrévete a tener un propósito verdadero,

¡Y atrévete a darlo a conocer!”

 

Poco disminuirá nuestra miseria eterna si todo el resto del mundo se pierde con nosotros.  La compañía en el infierno será el reverso del consuelo. Si perdemos el cielo por la moda, no nos servirá de consuelo que otros también lo hayan perdido. Nacemos solos y tendremos que morir solos y ser juzgados solos, es hora que comenzamos a mirar en los asuntos de nuestras almas con nuestro mejor juicio y ya no ser como la hoja seca en el viento, o el tronco arrastrado por los rápidos. Dios ha dado a cada hombre una conciencia, a cada hombre un corazón, y Él no permitirá que los hombres apaguen sus conciencias personales y entreguen sus corazones para ser moldeados por otros—Él los hará personalmente responsables por el uso correcto del juicio, la razón y el corazón. Sean seguro en esto, oh señores, que cada uno de nosotros conozca al Señor por sí mismo, y dejando el camino ancho con sus muchos viajeros, seamos valientes para andar por el camino angosto que conduce a la vida.

 

La decisión correcta para con Dios debe ser profunda, tranquila, clara, fija, bien fundamentada y solemne. Josué lo hizo, no habló de su determinación a la ligera. Contempla el rostro severo del guerrero lleno de cicatrices de muchas batallas, bronceado, ¡con arrugas expuestas que indican sus más de 100 años de variadas experiencias! Él no se parece a un frívolo. Él no habla como quien canta una canción de amor y la entona con sus labios. Sus declaraciones surgen de ese amplio pecho suyo con la áspera honestidad y la valiente sinceridad de un príncipe soldado. “Tanto para mí como para mi casa, serviremos al Señor”, como si hubiera dicho: “Hace demasiados años que conozco a mi Dios para abandonarlo ahora”. “No he descubierto mi pecho en la batalla tantas veces como para ahora ser un cobarde”. No he habitado bajo la sombra del Todopoderoso durante cuarenta años en el desierto, y todos estos años en Canaán para que al fin termine buscando a otros ídolos. El becerro de oro no es para mí, lo vi convertido en polvo hace mucho tiempo. Los ídolos de los amorreos no son para mí; millares de ellos los he derribado a tierra. Habla como uno que ha sopesado el asunto, calculado el costo y llegado a una decisión que puede defender contra todos. Sería inútil tratar de sacudir su determinación: es tan firme como los cedros del Líbano. No escuchas en él un armonizador que, para complacer a los hombres, cae dentro de la afirmación general. Tampoco es un mero erudito, repitiendo lo que ha aprendido de memoria, ni un ceremonialista, murmurando su credo por amor a la forma. Sino que escuchas a un hombre honesto que revela su corazón y expresa lo más íntimo de su alma con terrible seriedad, incluso en esa expresión despreocupada de ser escuchado por los hombres, excepto en la medida en que su oído pueda ser útil para escucharlos. Él habla con resolución inamovible. Su alma está anclada y desafía todas las tormentas: “En cuanto a mí y a mi casa lo haremos, a pesar de las multitudes y las costumbres. Lo haremos, a pesar de las tentaciones y las pruebas. Lo haremos, a pesar de los ídolos o diablos, lo haremos hasta el fin, serviremos a Jehová”. Tal debe ser la decisión de cada uno de nosotros, y yo desearía sinceramente que así fuera.

 

Esa resolución por parte de Josué fue declarada abiertamente; quiero ir directo a casa con algunos de ustedes, con aquellos que aquí han propuesto en sus corazones: “Sí, serviremos al Señor”, pero que aún no han declarado abiertamente su lealtad, porque pensaron que con comprometerse en la intimidad es bastante. ¿Acaso el voto manifiesto que reclama Josué hace que te sonrojes? Dices que estás desposado con Cristo, pero ¿nunca habrá un matrimonio revelado voluntariamente? ¿Nunca declararás públicamente ante los ojos de los hombres que Él sea tu Señor y esposo por los siglos de los siglos? ¿Jesús, está de acuerdo con nupcias secretas? ¿Se puede hacer algo así en un rincón? Desde el principio, la vela se puso en un candelero, ¿ahora se va a poner debajo de un almud? Dices que eres Su soldado, ¿nunca te pondrás el uniforme de tu Príncipe? ¿Nunca te adornarán los colores de tu Capitán? ¿Nunca te presentarás y tomarás el arma de tu Comandante en tu mano, y marcharás a la batalla bajo Su orden? Eso es lo que aprecio, no un: “coraje que se esconde detrás de los arbustos”. Esa es una lealtad pobre que nunca pronuncia el nombre del Rey. Eso es una decisión cuestionable que no se atreve a declararse del lado del Señor. Recuerda cómo el Señor Jesús dijo: “Al que me niegue delante de los hombres, yo le negaré delante de mi Padre que está en los cielos”. Lo que me gusta en Josué, es que no quería que nadie dudara de qué lado estaba. Les da su posición claramente, estaba donde el altar de Jehová humea con el sacrificio de becerros, donde se hace el cordero pascual inmolado y la sangre es rociada, donde el sumo sacerdote ofrece incienso al invisible y siempre glorioso Dios. Allí encontrarás a Josué, y allí también a sus hijos e hijas, porque, “En cuanto a mí y a mi casa, serviremos al Señor”. ¿Por qué no son igualmente abiertos de corazón, oh ustedes que aman al Señor? ¿Qué excusas tienes para tu silencio?  No soy capaz de ver cuál es el bien de una decisión, que por firme y profunda que sea, nunca se manifiesta. Puede ser bueno para el hombre que lo haya hecho, pero en lo que respecta a la comunidad, ¿Cuál puede ser la influencia de una decisión que es del todo secreta? ¿Por qué, hermanos míos, debería ser ocultado? Nuestro Dios no nos ha amado con reserva y ha mantenido su misericordia en la oscuridad. Nuestro Salvador no ha ido a escondidas a lo largo de los siglos, avergonzado de confesar a los mortales a quienes ama. Y si nunca se ha avergonzado de nosotros, nunca debemos avergonzarnos de Él. Oh, hermanos míos, ¿pueden vacilar? Tú ¿No te avergüenzas de avergonzarte y no temes tener más miedo? ¡Fuera con eso! Allí, corre con tu estandarte al tope, donde todo ojo lo vea, y allí quede clavado. Y si algún hombre está en guerra con Jesús, él está en guerra con nosotros. Que la tierra y el infierno lo sepan de una vez por todas.

 

En el caso de Josué, su resolución no solo fue reconocida abiertamente, sino que se llevó a cabo con seriedad. Algunos se han declarado del lado del Señor y, sin embargo, no sirven al Señor. Sus nombres están abajo en el libro de la iglesia y se ocupan de las ordenanzas externas, pero en cuanto a cualquier servicio del Señor, habrá que buscarlo y buscar en vano. Josué entró para servir a Dios en la verdad. Él era un soldado y si alguien le hubiera preguntado: ¿Josué, de quién eres soldado? él habría respondido: “Yo soy soldado de Dios”. ¿Las batallas de quién peleas? “Yo peleo las batallas de Jehová”. ¿Y cuál es vuestro objetivo en la lucha? “Para glorificar a Jehová”. Estaba comprometido con la causa del Señor de pies a cabeza. Muchos no entienden lo que esto significa. Ven la religión como una especie de granja de fin de semana. Tienen otra hacienda que es su hogar y cuidado principal, y el reino de Dios es una granja de fin de semana, para ser principalmente administrada por el pastor como delegado. Su religión obtiene su tiempo libre y pensamientos extraños. Jesús viene en la carne fría que sobra, mientras que el mundo tiene los bistecs calientes. La religión no es de ninguna manera el gran canal por el que corre la fuerza de su vida, más bien viene a ser una especie de remanso donde dejan que el agua que allí corre es más que suficiente para hacer girar como rueda de molino el desperdicio de sus negocios. Se ven en reuniones de oración cuando no hay cuentas que saldar ni libros nuevos que leer. Hacen algo por la iglesia de Dios cuando no tienen nada que hacer, ningún amigo viene a pasar la noche con ellos y no hay diversión disponible. Tratan al Señor Jesucristo con mucha indiferencia.

 

Esperan que sean salvados por Él, ¡yo también espero que lo sean! Dicen que será maravillas de la gracia si son salvados, yo también creo si lo llegan a ser. Tal conducta hacia el Cordero sangrante es cobarde y la odio. En cuanto a mí, seré lo suficientemente audaz para decir con Josué: “Serviré al Señor”, es decir, si soy su siervo, seré su siervo y me entregaré por Él; porque no llevaría Su nombre, ni comería Su pan, ni vestiría Su ropa, ¡y no le Serviría! Mejor es morir que vivir tan deshonestamente. Ciertos sirvientes de grandes hombres se mantienen simplemente para el espectáculo. Iré a la casa de mi señor y veré a un buen hombre que recibe un ingreso considerable. ¿Qué ha hecho él? Pregunto, él no está obligado a hacer nada, él es el adorno del establecimiento, la exhibición de esas magníficas piernas y esa hermosa forma, que se ve tan bien en su uniforme, seguramente es todo lo que su amo obtiene. Supongamos que algunos cristianos están comprometidos en los mismos términos y que el Señor Jesucristo, teniendo el distinguido honor de tener sus nombres en Su libro de la iglesia, está perfectamente satisfecho aunque no hagan nada. Estos son los individuos que se quejan eternamente de los que sirven, y se convierten en plagas de la Iglesia. No seáis como ellos; mucho mejor es morir antes que cometer tales actos. Mucho mejor es servir al Señor con verdadero trabajo, a cuya libre gracia y al amor moribundo se lo debes todo.

 

Una vez más: la decisión de Josué se mantuvo durante toda su vida. Había comenzado temprano en al servicio de Dios y nunca lo dejó. Cien años rodaron sobre su cabeza, pero nunca descubrimos en él, cualquier deseo de servir a Baal o a los serafines. Continuó hasta el final, fiel a la resolución: “Serviremos a Jehová”. Bienaventurados somos, hermanos, si la gracia nos dispusiera al servicio de Cristo cuando aún éramos jóvenes. Más felices, aún, si la gracia nos ha mantenido hasta la mediana edad aún firmes en nuestra resolución de joven. Y lo más feliz de todo seremos si, cuando nuestro cabello esté gris, podamos decir: “¡Oh Dios, Tú has sido mi Dios desde mi juventud, y hasta ahora he anunciado tus maravillas! ¡Ahora, cuando sea viejo y canoso, oh Dios, no me desampares!”. El que decide bien para Dios decide para la eternidad. Amado, nunca dejarás de servir a Dios. Nunca hubo ni habrá uno así. Mi señor y Maestro nunca despide a Sus antiguos sirvientes, ni Sus antiguos sirvientes jamás huyen de Él. Cuanto más le sirven, más desean servirle. Su fuerza física puede fallarles, pero nunca su amor a Su obra. Todavía dan fruto en la vejez para mostrar que el Señor es justo. Bienaventurados los que tengan esta minuciosidad permanente en la causa del Señor su Dios.

 

II. Permítanme ahora ALABAR LA DECISIÓN. En religión, nada es más deseable que estar afuera de esa audacia. Con alguna pequeña variación, podría decir de ello como del conocimiento:

 

“Un poco de piedad es algo peligroso,

Bebe los tragos más profundos en ese manantial refrescante”.

 

Para disfrutar de la religión debes sumergirte en ella. Meterte en ella sólo hasta los tobillos puede hacerte temblar de ansiedades, dudas y preguntas hasta parecerte a un niño tembloroso que entra de mala gana en un baño de agua fría. Pero sumergirse en sus profundidades, es asegurar un resplandor de santa alegría. Algunos de ustedes están incómodos en el mar, pero a mi amigo de la chaqueta azul le gusta bastante, porque siempre está ahí. Su casa está en las ondulantes olas y no hay mareos para él. Aquellos de ustedes que hacen viajes cortos sobre el mar de la piedad y practican un poco la religión ociosa de vez en cuando, están enfermos de dudas y temores. Pero si navegaran siempre en ese mar, tendrían sus piernas adecuadas al mar. Obtendrían plena seguridad y verían las glorias del Señor y sus maravillas en lo profundo. Con la verdadera religión ocurre como con los huertos americanos. Un caballero fue invitado a un jardín para probar las manzanas. “No”, dijo, “preferiría no hacerlo”, y cuando le preguntaron: porque venir a menudo para no probar, siguió negándose, entonces el dueño le dijo: “Supongo que tienes prejuicio contra mis manzanas”. “Sí”, dijo el hombre, “he probado algunas de ellas y son muy amargas”. Entonces el buen hombre le volvió a preguntar, “pero, ¿cuál de ellas, comió?” Y el invitado respondió “Pues, esas manzanas que caen en el camino por encima del seto”. “Ah, sí”, dijo el dueño, “son tan agrias como los cangrejos. Los planté por el bien de los niños, pero si llegas al medio del lote, encontrará un sabor diferente”—y así fue.

 

Ahora, justo alrededor del borde de la religión, a lo largo del seto exterior, hay algunas manzanas muy agrias de convicción, abnegación, humillación y auto desesperación. Se plantan a propósito para mantener fuera a los hipócritas y meros pastores. Pero en medio del jardín hay frutas deliciosas, suaves al gusto y dulces como néctar. La posición central en la religión es la más dulce; cuanto más cerca de Dios, más dulce es la alegría. Si yo fuera un alemán, que no lo soy, el último tipo de alemán que me gustaría ser sería un alsaciano o un lorenés, porque tendría que ser alemán por nacionalidad, pero podría ser aún más francés en modales. Y si alguna vez se realizara una lucha entre las dos naciones, la lucha seguramente continuaría acercándose mucho a mi finca y a mi casa con las sabidas consecuencias. Por lo cual, no me gustaría ser un alemán-francés, o un franco-alemán en tiempo de guerra Preferiría ser de pura raza. En cuanto a las cosas sagradas, no sería neutral. No, no, deja ser indeterminado y se minucioso y decidido. Si eres cristiano, sé cristiano. Si sirves al diablo, servirlo afuera. Y si servís al Señor, servidle con todo vuestro corazón y alma y fuerza.

 

Una decisión por Dios le permite al hombre dirigir sus caminos. Un hombre que decide servir al Señor conoce como proceder en el mundo. Algo parecido podría sucederte en los negocios, posiblemente tendrás una excelente oportunidad y quizás puedas llegar a ganar mucho dinero. Pero si es a costa de navegar peligrosamente muy cerca del viento, preferiría que las negociaciones no se publicaran en “The Times”. Cuando esa tentación venga delante de ti, ¿cómo actuarías? No sé, dices, pero si has tomado la decisión de servir al Señor, no necesitarás consultar a tu pareja, tu rumbo será claro. Nueve de cada diez preguntas que posiblemente se presenten en tu negocio, estarán respondidas cuando la gran decisión ya fue resuelta. ¿Es tal acción deshonesta? Entonces no importa lo rentable que pueda ser, pues será descartada más allá de toda consideración. ¿Se necesita tal proceder por la honestidad? Entonces si no la necesitas, que se siga cualquiera que sea la pérdida. David oró: “Guíame por senda llana a causa de mis enemigos”. Y el hombre que ha decidido por la gracia divina de servir al Señor, ha cumplido esa oración.

 

Esto salva a muchos hombres de la tentación. Satanás tienta a los que pueden ser tentados, pero cuando encuentra hombres suficientemente resueltos, hay un cierto orden de tentación con el que nunca más los asaltará. Adapta sus artificios a nuestra condición y no la utiliza para las mentes de corazón de león, esas mezquinas redes con que toma pájaros pequeños. Así como un gigante camina inconsciente de las telarañas que se cruzan en su camino, también lo hace un hombre enteramente consagrado que se abre paso entre mil tentaciones que, en verdad, para él ya no son tentaciones en absoluto.

 

Los hombres meticulosos ejercen una poderosa influencia. Josué pudo hablar por su casa así como por él mismo. Muchos padres no pueden hablar por sí mismos y, por lo tanto, puedes adivinar la razón por la que no pueden hablar por sus familias. La religión de Josué fue tan intensa que, por la bendición divina, afirmó a sus hijos a arder en la misma llama. He conocido a una mujer cristiana tan baja en gracia que nunca influenció a uno de sus hijos a desear ser como era ella. Y he oído hablar de padres, de quienes esperábamos que fueran hombres cristianos que tuvieran la fuerza suficiente para repeler la impiedad de sus hijos; y sin embargo su poder era mayor para atraerlos. Dios danos más vitalidad en nuestra propia religión e influenciaremos a nuestros hijos y sirvientes—y de ellos el olor se esparcirá por todos lados. Por eso y mil más, es deseable sin medida ser decidido y resuelto por la causa del Señor. La vacilación y la duda no pueden responder a ningún propósito, pero una pronta decisión es encomiable en todos los sentidos.

 

III. Me doy cuenta de que no podré decir ni la mitad de lo que pretendía haber dicho esta mañana y, por lo tanto, Terminaré EXIGIENDO ESTA DECISIÓN POR CRISTO al que he descripto y elogiado. Que el Espíritu Santo los capacite para responder a esta demanda. Se requiere decisión porque el Señor merece tenerla. El que nos hizo debe ser servido sin vacilaciones. El que dio a su Hijo a morir por nosotros no debe ser tomado a la ligera. Por el esplendor de la Deidad y la gloria de la cruz, reclamo sus corazones enteros para mi Señor. Si la religión cristiana es una mentira, es una de las más detestables y debe ser aborrecida de todo corazón. Pero si el servicio a Dios es realmente correcto, y si la religión es un hecho, exige todo nuestro corazón, alma y fuerzas; y no debe ser subestimada. El servicio al Señor no es un asunto para ser ligeramente tocado con la punta de los dedos, sino que debe excitar todos los poderes y pasiones de toda nuestra naturaleza a la acción obediente. Mi querido oyente, mírate a ti mismo por un momento. ¿Hay mucho en ti tomando la estimación más grande que puedas de ti mismo? ¿Son tus dimensiones tan vastas? Compárate a ti mismo con el Dios tres veces santo. Con Esos elevados arcángeles, que se inclinan ante Él, que son como nada a Su vista. ¿Quién eres tú? Y si en tu integridad, eres tan pequeño, ¿sueñas con dividirte y darle a Dios una parte? El cielo, incluso el cielo de los cielos y los reinos del espacio no le basta. Y todo las cosas que Él ha hecho son como una gota en un balde comparadas con Su infinita majestad. En cuanto a este pequeño ámbito que es tu cuerpo y alma, ¿lo dividirás entre monarcas rivales e insultarás al Señor con sólo ofrecerle un rincón, mientras dejas espacios para el mundo, la carne y el demonio? No te burles de la majestad del cielo. Piensa, si un mosquito en verano, bailara bajo los rayos del sol y pudiera hablar de dividir su lealtad entre el emperador alemán y el mariscal francés, te causaría gracia. ¿Y tú insignificante criatura? ¿Crees que podrías pensar en querer dividirte entre Dios y Mamón?

 

Permítanme exigirles, queridos amigos, que entreguen a Dios toda su mente y su alma, porque intentar una posición intermedia es mala y deshonrosa. ¿Quién pretende ser indiferente a las pretensiones de la virtud? ¿Quién se atreve a ser neutral en la batalla entre la verdad y la mentira? ¡Quién quiera que sea debe ser tratado de cobarde! Negarse a tomar nuestro lugar en las grandes cuestiones es vergonzoso. Y cuando el problema aparta a los imprudentes en cuestiones como decidir entre la santidad y el pecado, entre Dios y el diablo: es porque es una cosa mala para un hombre insinuar que realmente no ha sido llamado a decidir por lo cual cree que puede ocupar una posición intermedia entre las dos. Dios os guarde de tal deshonra. Si, después de todo, el mundo y sus cosas son lo mejor, dilo y ponte de su lado. Y en esta mañana, si no lo dijere otro, di en tu corazón: “En cuanto a mí y mi casa, nos serviremos a nosotros mismos y al mundo”. Si lo dice en serio, dígalo directamente y no lo oculte. Pero que un hombre diga: “No puedo determinar a quién serviré, sino que más bien creo que me serviré a mí mismo hasta que ponerme bastante desgastado; y recién entonces daré la vuelta y probaré lo que se debe hacer con la religión”, esa actitud es detestable. Tales seres apenas son tan respetables como los bueyes y los asnos, que al menos conocen a sus dueños.

 

No decidirse por el Señor es una peligrosa determinación. Lot está en Sodoma: su posición está en riesgo, pero los ángeles se le acercan y le dicen: “Esta ciudad va a ser quemada con fuego, tú debes escapar”. Lot se pone en camino de inmediato y en poco tiempo llega a la montaña y está a salvo. Su esposa también está dispuesta a ir, y sin embargo no quiere, ella vacila y se demora. No se ha decidido del todo. A ella no le gusta escapar dejando esa casa llena de muebles nuevos y ese ropero lleno de lino fino. Además, sus vecinos, aunque no iban a la capilla todos los domingos y eran bastante relajados en su moral, eran gentes muy alegres y parlanchinas, y no le gustaba dejarlos. ¡Mira, ella mira hacia atrás! Y quedará mirando hacia atrás para siempre porque allí quedó de pie, transformada en una estatua de sal. Oh, tú que piensas que el mundo tiene muchas atracciones. Tú quien piensas “me gustaría servir a Dios, pero siento que todavía hay mucho que decir sobre el otro lado”, ven y prueba esta sal. Su sabor acre puede ser saludable para ti si te hace, de ahora en adelante, temer perder el tiempo y ser vacilante.

 

Recuerde que no hay maldiciones en la Biblia más terribles que las que están dirigidas contra aquellos que dudan entre dos opiniones. Escuchen esta maldición del Antiguo Testamento, ustedes que no hacen profesión, tú que contradices tu profesión con una mala vida. “Maldecid a Meroz, dijo el ángel de Jehová; Maldecid severamente a sus moradores, Porque no vinieron al socorro de Jehová, Al socorro de Jehová contra los fuertes”. ¿Lucharon contra el Señor? No. ¿Entonces por qué fueron maldecidos? Porque no lucharon por Él. ¿Y si esa maldición se cierne sobre esa casa para caer sobre la cabeza de aquellos hombres que no fueron en ayuda del Señor? ¿Puede caer sobre ti? Escucha la palabra del Nuevo Testamento que proviene de esos labios que nunca hablaron demasiado ásperamente, labios como lirios que derraman un olor de dulce mirra. Aquí están: "Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frío o caliente! Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca”. ¿Quién es este inaceptable? ¿Es alguien que quemó los labios del Salvador con ardientes persecuciones? No. ¿Es alguien que los endureció con total frialdad de corazón? No. Era una persona buena e inofensiva, moderada, sobria, tranquila; de hecho, un hombre tibio. Estaba un poco caliente, solo un poco más y él habría estado caliente. Estaba un poco frío, solo un poco más frío y habría sido tan helado como las nieves del Líbano. No era ni frío ni caliente. Sí, y Cristo dijo que lo aborrecía. Yo no he leído que vomitó nada de su boca excepto esto, porque esto no lo puede soportar. Algunos de ustedes, si se juzgaran a ustedes mismos, dirían que no son lo bastante buenos para el cielo, sino demasiado buenos para el infierno. ¡Ay!, el infierno es tu porción y una mazmorra interior en ella. Arrepiéntete de tu doble ánimo y vuélvete al Señor con propósito de corazón.

 

Puedo ver dónde están, ustedes, indecisos. Allí en la colina, está el ejército de Dios, una hueste vasta y poderosa. Veo a sus deslumbrantes guerreros listos para la batalla. Allá, en el lado opuesto, acampa la hueste de Satanás. Negro y sombrío es el príncipe, y feroces son los que lo siguen. ¿Dónde estamos esta mañana? Algunos de nosotros podemos decir que estamos con el Príncipe Emanuel, aunque somos pobres guerreros, pero servimos bajo Su estandarte. Posiblemente hay algunos aquí que están del lado equivocado, pero son tan honestos que no negaré que están alistados en el lado opuesto. Pero mis oyentes, ¿dónde están ustedes? ¿Dónde está cada uno? Estamos pensando en ello. ¿Dónde estás mientras piensas? “Estamos considerando y juzgando”. Pero insisto, ¿dónde estás ahora? ¡Piensa esto! Cuando venga la lucha y la artillería de nuestro Señor entre a batallar —y cuando los adversarios por otro lado nos respondan—recibirás el tiro de ambos lados. Y cuando los ejércitos se lancen a una lucha cuerpo a cuerpo mortal, serás pisoteado por ambos. ¿Qué harás? ¿No leemos de algunos que despertarán “para vergüenza y confusión eterna”? Los santos se avergonzarán, porque no se unieron a Cristo en el día de la batalla. Y aun el adversario te despreciará porque además te alejaste de él. Sea una cosa o la otra.

 

Para terminar, recuerda que estar entre los dos es, después de todo, absolutamente imposible. Aunque tengo así representado a algunos como flotando entre los dos ejércitos, en realidad no es el caso, ya que cada hombre está en uno lado o el otro. Estás vivo o muerto. Estás justificado o condenado. Estás en la hiel de la amargura o gozando los dulces sabores de la libertad. Ningún hombre puede servir a dos señores y ningún hombre puede ser sin amo. Dios no tendrá la mitad de tu alma, y ​​el mundo no tendrá la otra mitad. Tanto Dios como el pecado son imperiosos y acaparadores —lo tendrán todo o nada—

 

“¡Dios y Mamón! Oh sé sabio,

¿Sirves a los dos? No puede ser.

¿Facilidad en la guerra, santo y avaro?

Estos nunca estarán de acuerdo.

No le des crédito al enemigo adulador,

Así que la maldita bandera está desplegada.

Ese corazón, bajo la Palabra lo ha dicho,

No ama a Dios quien ama al mundo.”

 

Ponga a Cristo en el corazón y Él echará fuera el pecado, o mantendrá el pecado en el alma y el pecado sofocará todo mejor pensamiento hasta que el hombre sea completamente vil. Cuando llegues a casa, escribe esto si quieres: “En cuanto a mí, serviré al Señor”. Rubrícalo con tu nombre. O, si esto no es lo que piensas, escribe: “En cuanto a mí, yo serviré al mundo”, y ponle tu nombre. Anhelo llevarte a una decisión. Si Dios es Dios, sírvele a Él. Si Baal es Dios, sírvele. Oh, que el Espíritu de Dios los lleve, en este momento, a decidirse por Dios y por su Cristo; y Él tendrá la alabanza para siempre. Amén.

 

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