SANA DOCTRINA - Ministerio de Difusión Bíblica

Para siempre con el Señor

 

Un sermón predicado la mañana del domingo 16 de septiembre de 1877

Por C. H. Spúrgeon

En el Tabernáculo Metropolitano, Newington, Londres.

 

 

“…así estaremos siempre con el Señor”

1 Tesalonicenses 4. 17

 

Sabemos que estas palabras están llenas de consuelo, porque el Apóstol dice en el siguiente versículo: “Por tanto, consolaos unos a otros con estas palabras”. Las mismas palabras, al parecer, fueron dictadas por el Espíritu Santo, el Consolador, para que los santos las repitieran entre sí con el fin de quitar el dolor de las mentes de los afligidos. El consuelo tiene como objetivo darnos esperanza en referencia a los que se han quedado dormido. Mira la lista de aquellos amados en el Señor que se han apartado de ti para tu mayor dolor, y deja que las palabras de nuestro texto sean un pañuelo para tus lágrimas. No te entristezcas como los que no tienen esperanza, porque están con el Señor aunque no estén contigo; pero seguramente, cuando tu tiempo se cumpla, los encontrarás donde tu Señor es el centro de la comunión por los siglos de los siglos. La separación será muy transitoria, la reunión será eterna.

 

Estas palabras también están destinadas a consolar a los santos con respecto a sí mismos. Y oro para que puedan ser un estímulo para todos los que están enfermos de miedo, una medicina incomparable para alejar la angustia de todos los creyentes. El hecho de lo que tiene que ver con un cuerpo moribundo es muy evidente para algunos de ustedes por sus frecuentes y crecientes dolencias; y estas, pueden ocasionar una fuente de depresión de espíritu. Sabes que cuando pasen algunos años debes ir por el camino de donde no volverás, pero no te desanimes, porque no irás a un país extraño solo y sin vigilancia. Hay un Amigo que está más cerca que un hermano que no te fallará ni te desamparará. Y además, vas a Su hogar, tu Señor estará contigo mientras te vas, y entonces estarás con Él para siempre. Por lo tanto, aunque la enfermedad te advierta de la proximidad de la muerte, no te desanimes en lo más mínimo. Aunque el dolor y el cansancio hagan desfallecer tu corazón y tu carne, no dudes de tu triunfo a través de la sangre del Redentor. Aunque a veces debería hacer temblar tu carne cuando recuerdas tus muchos pecados y la debilidad de tu fe, ten buen ánimo, porque tus pecados y la debilidad de tu fe pronto serán alejados de ti y estarás en Su Presencia donde hay plenitud de gozo, y a su diestra donde hay placeres para siempre. Consuélate, entonces, tanto con respecto a los que se han ido antes, como al pensamiento de tu propia partida.

 

Observa el consuelo que nos presenta el Apóstol, aquí puede sugerir en parte al hecho de la resurrección, pero principalmente no se refiere tanto a las palabras: “Los muertos en Cristo resucitarán”; sino a estas últimas: “así estaremos siempre con el Señor”. Es una gran verdad de Dios que resucitarás. Pero es una verdad más dulce que estarás “para siempre con el Señor”. También hay cierto consuelo en el hecho de que nos encontraremos con nuestros Hermanos difuntos cuando todos seamos arrebatados juntos en las nubes para encontrarnos con el Señor en el aire. Dichosa será la asamblea general de los redimidos, que nunca más se dividirá; el gozo del encuentro, de nunca separarse, es un dulce remedio para la amargura de la separación.

 

Hay gran bienestar en Él, pero el principal énfasis del consuelo no reside ni siquiera allí. Es agradable pensar en la comunión eterna de los piadosos de arriba, pero lo mejor de todo es la comunión prometida con nuestro Señor, “estar siempre con el Señor”. Cualquier otra cosa de la que obtengas consuelo, no descuides esta profunda, clara y desbordante fuente de deleite. Hay otras fuentes de buen ánimo en relación con la gloria que se revelará, porque el cielo es un gozo multifacético, pero nadie puede superar la gloria de la comunión con Jesucristo, por tanto, consolaos los unos a los otros en primer lugar, y más constantemente, con estas palabras: “Así será siempre, estaremos con el Señor”.

 

Consideraré nuestro texto, para nuestra comodidad en este momento, bajo tres enfoques. En primer lugar, como una CONTINUACIÓN: estamos con el Señor incluso ahora y siempre lo estaremos. En segundo lugar, COMO UN AVANCE, haremos el sermón “para siempre con el Señor” Dile a alguien hoy cuánto amas a Jesucristo. Pues en poco tiempo estaremos más plenamente con el Señor más de lo que estamos ahora. Y en tercer lugar, como una COHERENCIA, porque ambos estamos y estaremos con Él de una manera más cercana y notable.

 

 

I. Considero el texto como UNA CONTINUACIÓN de nuestro estado espiritual actual: “Así estaremos siempre con el Señor”. En mi opinión, y creo que no me equivoco al exponerlo, el Apóstol quiere decir que nada impedirá que sigamos estando para siempre con el Señor. La muerte no nos separará, ni los terrores de ese tremendo día en que se oirá la voz del arcángel y la trompeta de Dios. Por plan y arreglo Divino, todos serán ordenados de tal manera que, “Así estaremos siempre con el Señor”. Puesto que al ser arrebatados en las nubes, de una forma u otra, nuestra permanencia en Cristo permanecerá intacta. Como hemos recibido al Señor Jesucristo, así caminaremos en él, sea en vida o en muerte.

 

Entiendo que el apóstol quiere decir que estamos con el Señor ahora y que nada nos separará de Él. Incluso ahora, como Enoc, caminamos con Dios y no seremos privados de la comunión divina. Nuestro temor podría ser que en el estado futuro suceda algo que se convierta en un abismo divisorio entre nosotros y Cristo, pero el apóstol nos asegura que no será así, habrá tales planes y métodos utilizados que, “así estaremos siempre con el Señor”. De todos modos, sé que si esta no es la verdad aquí pretendida, es una verdad digna de ser expuesta y, por tanto, no dudo en ampliarla.

 

Estamos con el Señor en esta vida en un alto sentido espiritual. ¿No lees, en la Epístola a los Colosenses, “porque estás muerto y tu vida está escondida con Cristo en Dios”? ¿No fuiste “sepultado juntamente con Él en el bautismo en el que también habéis resucitado con Él por la fe obrada por Dios, que le levantó de los muertos”? ¿No sabes lo que es estar muerto para el mundo en Él y vivir una vida secreta con Él? ¿No has resucitado con Cristo? Sí, y ¿no comprendes, en cierta medida, qué es ser levantados juntos y sentados juntos en los lugares celestiales en Cristo Jesús? Si no están con Él, hermanos, no son cristianos en absoluto, porque esta es la marca del cristiano que sigue con Cristo. Es esencial para la salvación ser una oveja del redil de Cristo, pero más, ser un participante de la vida de Cristo, un miembro de Su cuerpo místico, un pámpano de la vid espiritual. Separados de Él, estamos espiritualmente muertos. Él mismo ha dicho: “El que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan en el fuego, y arden”. Jesús no está lejos de ninguno de los de su pueblo, no, es nuestro privilegio seguirlo a dondequiera que vaya, y sus palabras de amor para nosotros son: “Permaneced en mí y yo en vosotros”. Que Él nos permita dulcemente darnos cuenta de esto. Queridos hermanos, estamos constantemente con Cristo en el sentido de unión permanente con Él, porque estamos unidos al Señor y somos un solo espíritu. A veces, esta unión es muy dulcemente evidente para nosotros, “…por esto sabemos que estamos en él”, y en consecuencia sentimos un gozo intenso, incluso el gozo del propio Cristo cumplido en nosotros. Por la misma razón somos a veces postrados con intenso dolor, por estar en y con Cristo, tenemos comunión con Él en sus sufrimientos, siendo hechos conforme con su muerte. Este es un dolor tan dulce que cuanto más experimentamos eso, mejor

 

“Viva o muera, o trabaje o sufra,

Permite que mi alma cansada permanezca,

En todos los cambios, sea cual sea,

Seguro y firme a Tu lado.

Nada puede retrasar mi progreso,

Nada puede perturbar mi descanso,

si, dondequiera que vaya,

Apoye mi espíritu en tu pecho”.

 

Confiamos en que este compañerismo se manifiesta a los demás por sus frutos. Siempre debería ser así: la vida del cristiano debe ser manifiestamente una vida con Cristo. Los hombres deben tomar conocimiento de nosotros, que hemos estado con Jesús y hemos aprendido de Él. Deberían ver que hay algo en nosotros que no podría haber estado allí si no fuera por el Hijo de Dios: un temperamento, un espíritu, un curso de vida que no podría haber venido por naturaleza, pero que debe haber sido trabajado en nosotros por la gracia que ha sido recibida de Aquel en quien habita la plenitud de la gracia, nuestro Señor Jesucristo. Hermanos, si somos lo que debemos ser, nuestra vida se consume en comunión consciente que surge de la unión continua con el Señor Jesucristo. Y si es así, tenemos esa rica seguridad que está escrita por el Amado Juan: “Si lo que oíste desde el principio permanece en vosotros, vosotros también permaneceréis en el Hijo y en el Padre”.

 

Estamos con Él, queridos amigos, también en este sentido, que Su amor inmutable siempre está puesto sobre nosotros y nuestro amor, por débil que sea a veces, nunca se extingue del todo. En ambos sentidos, ese desafío del Apóstol es verdadero: “¿Quién nos separará del amor de Dios que es en Cristo Jesús Señor nuestro?” Podemos decir, “Yo soy de mi Amado y Su deseo es para conmigo”, y por otro lado, también testificamos, “Mi Amada es mía y yo soy de él”. Él nos reclama y nosotros lo reclamamos. Él nos ama y nosotros le amamos. Hay una unión de corazón entre nosotros. Estamos con Él, no contra Él. Estamos aliados con Él, alistados debajo Su estandarte, obediente a Su Espíritu.  Para nosotros, el vivir es Cristo; no tenemos otro objetivo.

 

Él está con nosotros por la permanencia del Espíritu Santo que está con nosotros y estará en nosotros para siempre. Su unción permanece en nosotros y por ella permanecemos en Cristo Jesús. Nos ha enviado el Consolador a representarse a sí mismo y a través de ese divino Paráclito Él continúa estando con nosotros y por eso incluso ahora estamos siempre con el Señor.

 

Nuestro Señor también ha prometido estar con nosotros siempre que estemos ocupados en Su obra. Eso es una gran palabra de aliento: “he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”. No pienses, por tanto, que será la primera vez que estaremos con Cristo cuando lo veamos en gloria, porque incluso ahora, Él se manifiesta a nosotros como no se manifiesta al mundo. ¿No ha cumplido muchas veces su promesa: “Donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”? Hemos oído el sonido de los pies de nuestro Maestro detrás de nosotros cuando hemos estado haciendo Sus mandados. Hemos sentido el toque de Su mano cuando hemos llegado al frente de la batalla por Su causa, y hemos conocido que Él habita en nosotros por Su Espíritu y está con nosotros por el poder con el que ha asistido a nuestra obra, y las obras que ha realizado por el evangelio que hemos proclamado. El Señor Jesús está con Su iglesia en su tribulación por causa de Su nombre y Él lo será para siempre, porque no abandona a Sus santos. “No temas, yo estoy contigo”, es una palabra del Señor tanto en los tiempos del Antiguo Testamento como en el evangelio. Pues, por el poder de su bendito Espíritu, Jesús permanece con nosotros a través de esta presente dispensación. Él habilita con nostros para estar “siempre con el Señor”.

 

Pero, hermanos míos, se acerca el momento en que moriremos a menos que el Señor descienda del cielo con voz  de mando. Pero, mientras tanto, en Su decreto sobre la muerte dice que todavía estaremos con el Señor.

 

“Que la muerte separa mi alma de

Esta morada de barro,

Pero el amor me mantendrá cerca de tu lado a

Través de todo el camino sombrío”.

 

Sí, “aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno; porque tú estás conmigo; Tu vara y tu cayado me infundirán aliento”. Esto hace que la muerte sea una obra tan deliciosa para el pueblo de Dios, porque entonces, especialmente, se ve a Jesús cerca. Por la muerte escapan de la muerte, y de ahora en adelante ya no es muerte para ellos el morir. Cuando Jesús se encuentra con Sus santos, parece que no hay puerta de hierro para pasar, sino en el momento en que cierran los ojos en la tierra los abren en Gloria. Amados, no debería haber más esclavitud por el temor a la muerte, ya que Cristo asiste a su pueblo incluso en su descenso a la tumba y los fortalece en el lecho de la languidez. Este ha sido un gran gozo para muchos santos que parten. Un creyente moribundo que fue atendido por un boticario que también era un hijo de Dios, observó que el agonizante susurraba para sí mismo mientras moría. Su buen asistente, deseando saber cuáles fueron sus últimas palabras, acercó su oído a los labios y lo escuchó repetirse una y otra vez las palabras: “Para siempre con el Señor. Para siempre con el Señor”. Cuando el corazón y la carne estaban fallando, el que partía sabía que Dios era la fuerza de su vida y su porción para siempre, por eso eligió su canción agonizante, suavemente susurrada: “Para siempre con el Señor”.

 

Después de la muerte permaneceremos, por un tiempo, en el estado separado, incorpóreo y sabremos en cuanto a nuestra alma lo que es estar quietos con el Señor, porque ¿qué dice el Apóstol?  “Sabiendo que cuando estamos ausentes del cuerpo, estamos con el Señor”. El ladrón moribundo iba a estar, ese día, con Cristo en el Paraíso, y esa será nuestra suerte tan pronto como nuestras almas hayan pasado de esta vivienda de arcilla a ese maravilloso estado del que sabemos tan poco. Nuestros espíritus puros habrán de acercarse “al monte de Sion, a la ciudad del Dios vivo, a la Jerusalén celestial, a la compañía de muchos millares de ángeles, a la congregación de los primogénitos que están inscritos en los cielos, a Dios el Juez de todos, a los espíritus de los justos hechos perfectos, a Jesús el Mediador del nuevo pacto, y a la sangre rociada que habla mejor que la de Abel”. ¿Quién puede desanimarse cuando se le presenta una perspectiva así?

 

Sí, y este cuerpo que se dormirá, aunque aparentemente será destruido, no será así, pero solo dormirá un rato y luego se despertará de nuevo y dirá: “Cuando despierte, todavía estoy contigo”. Constantemente la muerte se describe como dormir en Jesús, ese es el estado del cuerpo mortal del santo a través del intervalo entre la muerte y la resurrección. Los ángeles protegerán nuestros cuerpos, todo lo que es esencial para completar la identidad de nuestro cuerpo se conservará de forma segura de modo que la misma semilla que se puso en la tierra se levantará de nuevo en la belleza de la eflorescencia que se convierte en ella. Todo lo que es esencial, digo, se conserva intacto, porque todavía está con Cristo. Es una doctrina gloriosa que es declarada por el apóstol en la primera epístola a los Tesalonicenses, el capítulo quinto, en los versículos noveno y décimo, “Porque no nos ha puesto Dios para ira, sino para alcanzar salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo, quien murió por nosotros para que ya sea que velemos, o que durmamos, vivamos juntamente con él”.

 

A su debido tiempo sonará la última trompeta y Cristo vendrá, pero los santos estarán con él. En la providencia infinita ha dispuesto que Cristo no vendrá sin su pueblo, porque “Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él”. Los santos estarán con él en el advenimiento como lo están ahora. Nuestras almas escucharán el grito de victoria y se unirán a él. La voz del arcángel será escuchada realmente por todos sus redimidos y la trompeta de Dios se hará sonar en oídos de cada uno de sus amados, porque estaremos con Jesús durante toda esa gloriosa transacción. Cualquiera que sea la gloria y el esplendor de la segunda venida, estaremos con Jesús en ella. No voy a darles conjeturas del futuro revelado u ofrecer alguna sugerencia en cuanto a la sublime historia que aún está por escribirse, pero sin duda alguna habrá un último juicio general y luego estaremos con Cristo, como asistentes con Él en ese día. Siendo nosotros mismos primeramente absueltos, nos sentaremos con él en el banco de juicio. Qué dice el Espíritu Santo por el apóstol: “¿No sabéis que los santos juzgarán al mundo? ¿No sabes que juzgaremos ángeles?” Los ángeles caídos, para su vergüenza, recibirán en parte el veredicto de su condenación de los labios de los hombres y así se tomará venganza sobre ellos por todo el daño que han hecho a los hijos de los hombres. Oh, piénsalo. En medio del terror del tremendo día, estarás a gusto, descansando en el amor de Dios y contemplando la gloria de Cristo y, “así estarás para siempre con el Señor”.

 

Además, debe haber un reinado de Cristo. No puedo leer las Escrituras sin darme cuenta de que habrá un reinado milenario, como creo, sobre la tierra y que habrá nuevos cielos y nueva tierra donde habita la justicia. Bien, cualquiera que sea ese reinado, nosotros también reinaremos. “Al que venciere y guardare mis obras hasta el fin, yo le daré autoridad sobre las naciones, y las regirá con vara de hierro, y serán quebradas como vaso de alfarero; como yo también la he recibido de mi Padre”. “Y nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra”. Por lo cual, seremos partícipes de los esplendores de los últimos días, sean los que sean, “así estaremos siempre con el Señor”.

 

El incidente particular del texto no agota las palabras, pero puedo aplicarlas al conjunto de la historia de los propios hijos de Dios. Desde el primer día del nacimiento espiritual de los inmortales del Señor, hasta que son recibidos en el séptimo cielo para morar con Dios, su historia se puede resumir en estas palabras: “Así estaremos siempre con el Señor”. Ya sea arrebatado en las nubes o aquí abajo en esta pobre tierra afligida, en el paraíso o en la tierra renovada, en la tumba o en la gloria, siempre estaremos con El Señor. Y cuando llegue el fin, sólo Dios reinará, y el reino mediador cesará, y edades darán vueltas, aun “así estaremos siempre con el Señor”. Los santos inmortales estarán con su Cabeza del Pacto; y como Él, libres de dolor. Toda tendencia al pecado se habrá ido y todo miedo de cambio o muerte. Su íntima comunión durará para siempre.

 

“¡Bendito estado! ¡Más allá de la concepción!

¿Quién puede contar sus vastos placeres?

Que sea mi porción dichosa,

Con mi Salvador allí para habitar”.

 

Creo que el texto parece una continuación de lo que ya comenzó, sólo que se eleva a algo más alto y mejor. Estar con Cristo es la vida eterna; esto ya lo tenemos y lo seguiremos teniendo y, “así estaremos para siempre con el Señor”.

 

 

II. En segundo lugar, con toda seguridad, hermanos, el texto es UN GRAN AVANCE, “Así estaremos siempre con el Señor”.

 

Es un avance en este estado actual, porque de muy espiritual que seamos de mente, podemos estar muy cerca de nuestro Señor Jesús, pero aún sabemos que mientras estemos presentes en el cuerpo estamos ausentes del Señor. Esta vida, en su mejor momento, sigue siendo ausentes del Señor aunque, comparativamente, en el mundo venidero estaremos más perfectamente en casa. Ahora no podemos en el sentido más elevado estar con Cristo, porque debemos, de acuerdo con la fraseología del apóstol que, “partir y estar con Cristo; lo cual es muchísimo mejor”; allí estaremos para siempre contemplando Su rostro sin velo. La tierra no es el cielo aunque el creyente comienza la vida celestial mientras está en ella. No estamos con Cristo en cuanto a lugar, ni en cuanto a la vista actual, sino que estaremos en la tierra de gloria.

 

Y es un avance, en segundo lugar, sobre el estado actual de los difuntos, porque aunque sus almas están con el Señor, sus cuerpos están sujetos a corrupción. Todavía contiene el sepulcro el polvo bendito de los padres de nuestro Israel; y esparcido a los cuatro vientos, las cenizas de los mártires que todavía están con nosotros. Los santos glorificados todavía no están conscientemente “con el Señor” en cuanto a su completa esencia, pero cuando ocurra el gran evento del que habla Pablo, el cuerpo será reanimado. Ésta es nuestra gloriosa esperanza. Podemos decir con el patriarca Job: “Yo sé que mi Redentor vive, y al fin se levantará sobre el polvo; y después de deshecha esta mi piel, En mi carne he de ver a Dios; al cual veré por mí mismo, y mis ojos lo verán, y no otro”; sin embargo mis sujeciones se consumen dentro de mí. Pero Hermanos, “¿no sabéis que la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios?” Es decir, esto corruptible debe vestirse de incorruptible y este cuerpo mortal debe vestirse de inmortalidad; recién entonces será cuando toda nuestra humanidad será perfeccionada, plenamente desarrollada; y por así decirlo, una semilla marchita, será transformada en el sentido más pleno y divino para estar siempre con el Señor. Este es un avance incluso en el estado actual de los santos difuntos en el paraíso.

 

Y ahora consideremos cuál es esta gloriosa condición a la que avanzaremos. Estaremos con el Señor en el significado más fuerte posible de ese idioma. Así que con Él ya no nos importarán las cosas terrenales, no tendremos más que ir a los negocios de la ciudad, o al taller, o al campo. No tendremos más nada que hacer que estar comprometidos para siempre con Él, en ocupaciones que intentarán a alejarnos de la comunión con Él. Estaremos con Él de tal manera que no tengamos pecados que nublen nuestra visión de Él. El entendimiento será liberado de todo el daño que ha causado el pecado: “pero entonces conoceré como fui conocido”. Lo veremos como un amigo familiar y nos sentaremos con Él en su fiesta de bodas. Estaremos con Él para no tener miedo de que alguna vez lo entristezcamos y tenga que esconder de nosotros Su rostro. Nunca más seremos obligados a clamar con amargura de espíritu: “¡Quién me diera el saber dónde hallar a Dios!”. Siempre conoceremos Su amor, siempre lo devolveremos y siempre nadaremos en su plena corriente, disfrutándolo al máximo. No habrá tibieza que estropee nuestra comunión. El nunca tendrá que decirnos: “por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente”. No habrá cansancio para suspender nuestra incesante bienaventuranza. Nunca tendremos que dejar de tener comunión con Él porque nuestra estructura física esté agotada por la alegría excesiva de nuestro corazón. La vasija se fortalecerá para contener el vino nuevo. No habrá dudas en nuestro descanso, ni dudas doctrinales ni dudas acerca de nuestro interés en Él, porque estaremos tan conscientemente con Él como para habernos elevado diez mil leguas por encima de ese estado lúgubre. Sabremos que es nuestro, porque su mano izquierda estará debajo de nuestra cabeza y su mano derecha nos abrazará, y estaremos con Él más allá de todo riesgo de perderlo. Me parece que la principal bienaventuranza radica en esto, que estaremos con ÉL y para siempre. Ahora estamos con el Señor en disfrute consciente, aunque a veces, nos alejamos de Él. Pero cuando estemos con Él, habrá un compañerismo inquebrantable. Nunca se producirá ninguna ruptura en la íntima comunión de los santos con Cristo. Aquí sabemos que nuestros días solemnes y brillantes de los sábados con sus más dulces alegrías, deben tener sus tardes y luego llegarán los días de trabajo con la carga de la semana sobre nosotros. Pero allí el sábado es eterno, la adoración sin fin, la alabanza incesante, la dicha ilimitada. “Para siempre con el Señor”. ¿Hablar de mil años de reinado? ¿Qué es comparado con “para siempre con el Señor”? El milenio es poco comparado con “para siempre” -un milenio de milenios no sería nada para Él-. No puede tener un final para nosotros ni un final para nuestra dicha, ya que no puede haber fin para Él, “Porque yo vivo, tú también vivirás”.

 

“Para siempre con el Señor”, ¿qué significa? Recuerdo un sermón sobre este texto de un notable predicador, cuyos encabezados eran los siguientes: “Vida eterna, luz eterna, amor eterno, paz eterna, por siempre descanso, por siempre gozo”. ¡Qué cadena de delicias! ¿Qué más puede imaginar el corazón o desear en esperanza? Lleva esas cosas en tu mente y obtendrás, si puedes beber en ellas, una idea de la bienaventuranza que está contenida en estar para siempre con el Señor, pero aún recuerda, estos son sólo los frutos y no la raíz de la alegría. Jesús es mejor que todos estos. Su compañía es más que la alegría que se deriva de ella. No me preocupo tanto por la “vida para siempre”, ni por la “luz para siempre”, como me preocupo por estar “para siempre con el Señor”. Oh, ¡estar con él! No pido ninguna otra dicha y no puedo imaginar nada más celestial. Si el toque del borde de su manto sanó a la enferma, verlo fue suficiente para darnos vida cuando estábamos muertos. Entonces, ¿qué debe ser estar con Él de manera real, consciente y siempre? Estar con Él nada más que por la fe; pero con Él, de hecho y para siempre. Mi alma está lista para desmayarse con demasiada alegría, incluso en su medida superficial en el significado de este pensamiento, y no me atrevo a aventurarme más. Debo dejarlos para que reflexionen sobre ello con sus almas, porque necesitan un pensamiento tranquilo y espacio para la libre indulgencia de los santos. Imaginen hasta hacer soñar el alma con este exceso de alegría, “Como está escrito: cosas que ojo no vio, ni oído oyó, Ni han subido en corazón de hombre, Son las que Dios ha preparado para los que le aman. Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu”.

        

“¡Oh hora gloriosa! ¡Oh morada bendita!

Cercano estaré y seré como mi Dios.

Y la carne y el pecado ya no controlan

Los sagrados placeres de mi alma”.

 

Nos encanta pensar en estar con Jesús bajo el aspecto que nos sugiere especialmente el texto. Es decir, saber que estaremos para siempre con el Señor Jesús, no solo como nuestro redentor, sino también como Salvador y Señor. Aquí le hemos visto en la cruz y cómo vivió por ella. Estamos con Él ahora en Su carga de la cruz y vergüenza y está bien, pero nuestro compañerismo eterno con Él nos permitirá regocijarnos en Él como el Señor. ¿Qué dijo nuestro Maestro en Su bendita oración? “Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo, para que vean mi gloria que me has dado”. El cielo será para nosotros estar para siempre con Él como el Señor. ¡Oh, cómo nos deleitaremos para obedecerle como nuestro Señor! ¡Cómo triunfaremos al ver qué el Señor es sobre todo el universo! ¡Y que es vencedor sobre todos sus enemigos! Él será cada vez más el Señor para nosotros a medida que vemos todas las cosas sometidas a Él. Por siempre le veremos cómo Rey de reyes y Señor de señores. Cómo le adoraremos allí cuando lo veamos en Su gloria. Le adoramos ahora y no nos avergonzamos de creer que el hombre de Nazaret es “el verdadero Dios”, pero oh, cómo Su deidad brillará sobre nosotros con infinito brillo cuando estemos cerca de Él. Gracias a su nombre, seremos fortalecidos para aguantar la vista y nos regocijaremos de vernos a nosotros mismos en el fulgor pleno de Su gloria. Entonces veremos lo que nuestro poeta se esforzó por describir cuando dijo:

 

“Los santos adoradores alrededor de él están de pie,

y los tronos y las potestades delante de él caen.

El Dios brilla con gracia a través del Hombre,

Y derrama dulces glorias sobre todos ellos”.

 

¡Estaremos para siempre con el Señor y Su Señorío estará muy presente en nuestras mentes! ¡Ha sido elevado a la gloria y el honor, y ya no puede sufrir vergüenza!

 

“¡No más la lanza ensangrentada,

La Cruz y no más clavos!

Porque el infierno mismo se estremece ante su palabra,

y todos los cielos adoran”.

 

 

III. Ahora llegamos a nuestro tercer punto y consideraremos lo que, a falta de una mejor palabra su título será COHERENCIA. Aquellos que están familiarizados con el idioma griego saben que el “con” aquí no es la meta que significa estar con una persona en el mismo lugar, “con” va mucho más allá, implica conexión: significa que los dos están íntimamente conectados entre sí. Déjame mostrarte lo que quiero decir. Estaremos para siempre con el Señor, en consecuencia, la vida del cristiano será siempre como la vida de Su Señor; y eso es una vida con Cristo. Él estaba en todas las cosas con sus hermanos y la gracia nos hace estar con Él. Simplemente mire apresuradamente su experiencia espiritual y la vida de su Señor y observe el paralelo. Cuando fuiste recién nacido como cristiano, naciste como Jesucristo, porque naciste del Espíritu Santo. ¿Qué sucedió después de eso? El diablo trató de destruir la nueva vida en ti, así como Herodes trató de matar a tu Señor. Estuviste con Cristo en peligro, temprano e inminente. Creciste en estatura y gracia; y mientras la gracia aún era joven, a los que te rodeaban, sorprendiste con las cosas que dijiste, las cosas que hiciste y sentiste, por eso tampoco pudieron entenderte. Más Aún, cuando nuestro Señor subió al templo, asombró a los doctores que se reunieron a su alrededor. Hermano, también el Espíritu de Dios descansó sobre ti, aunque no en la misma medida, sino como un hecho descendió sobre ti como descendió sobre tu Señor. Has estado con Él en las corrientes del Jordán y has recibido el reconocimiento divino de que eres en verdad el hijo de Dios. Tu señor fue llevado al desierto para ser tentado, y tú también has sido tentado por el diablo. Has sido con el Señor todo el tiempo, desde el primer día hasta ahora. Si por gracia has sido capacitado para vivir como tu Señor, deberás transitar el camino separado con Jesús. Has estado en el mundo, pero no eres del mundo; santo, inofensivo, puro y apartado de los pecadores. Por lo tanto, has sido despreciado, has tenido que toma tu parte de ser desconocido y tergiversado, porque eres como Él en el mundo.

 

“Por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a él”. Mientras Él estaba aquí para servir, usted ha estado con Él como siervo. Has llevado su yugo y lo has considerado una carga fácil. Has sido crucificado al mundo con Él. Usted conoce el significado de Su cruz y se deleita en llevarla detrás de Él. Usted está muerto para el mundo con Él y desea ser como alguien sepultado para Él. Ya has participado en tu medida de Su resurrección y están viviendo en una vida nueva. Tu historia de vida debe ser como la historia de vida de tu Señor, sólo que pintado en miniatura. Cuanto más mires la vida de Cristo, más claramente lo verás. Ve la vida de un hombre espiritual representado en Él y verás más claramente lo que será el futuro de los santos. Has estado con Cristo en vida y estarás con Él cuando vayas a morir. No morirás la muerte expiatoria que cayó en su suerte, pero morirás sintiendo, “Consumado es”, y Exhalarás tu alma, diciendo: “Padre, en tu mano encomiendo mi espíritu”.

 

Entonces nuestro Señor fue al paraíso y tú también irás. Disfrutarás de una estadía donde pasó Su intervalo en el estado incorpóreo. Estarás con Él y serás como Él, y luego, como Él, serás Levantado cuando llegue tu tercera mañana. “Después de dos días nos revivirá; al tercer día nos resucitará y viviremos delante de Él”. “Tus muertos vivirán, junto con mi cadáver se agregarán”. También ascenderás a los cielos como lo hizo Cristo. ¿Captas el pensamiento? ¿Cómo ascendió? En las nubes. “Una nube le recibió y lo ocultó de sus ojos”, y de la misma manera una nube te recibirá a ti. Serás arrebatado en las nubes para encontrarte con el Señor en el aire y así estarás siempre con el Señor, en el sentido de ser como Él, caminando con Él en la experiencia y pasando por eventos similares. Esa semejanza continuará por siempre y para siempre. Nuestras vidas correrán paralelas a la de nuestro Señor.

 

Piensen entonces, amados, que debemos ser como Cristo en nuestro carácter. Debemos estar con el Señor compartiendo Su semejanza moral y espiritual. Y, conformados a Su imagen seremos adornados con Su hermosura. Cuando la madre de Darío vio a dos personas entrando en su pabellón, ella, estando prisionera, se inclinó ante uno que se suponía que era Alejandro. Resultó ser Hefestión(1), el favorito del Rey. Al descubrir que era Hefestión, la dama suplicó humildemente el perdón de Alejandro por rendir homenaje a la persona equivocada, pero Alejandro respondió: “No se ha equivocado, señora, porque él también es Alejandro”. Lo que significa que lo amaba tanto que lo consideraba como su otro yo. Nuestro Señor mira a su amado como a consigo mismo y los hace semejantes a Él. Recuerden, hermanos, cómo se inclinó Juan ante uno de sus consiervos, los profetas del cielo. Fue un gran error que cometió, pero yo me atrevo a decir que es probable que tú y yo hagamos lo mismo, porque los santos son tan parecidos a su Señor. No les conoceremos porque, “seremos como él cuando le veamos como él es”. Cristo se regocijará de verlos a todos cubiertos con la gloria que su Padre le dio y no se avergonzará de llamarlos hermanos. Aquellos, sus pobres que estaban tan llenos de debilidad y tanto lloraron por ello, serán tan semejantes a Él que serán vistos de inmediato como sus hermanos. ¿Dónde se encontrarán esos favorecidos? Seremos con Él en el sentido de que seremos partícipes de toda la bienaventuranza y gloria que ahora disfruta nuestro adorable Señor. Seremos aceptados junto con Él. ¿Es Él el amado del Señor? ¿Se deleita el corazón de Su Padre en Él? Como de hecho lo es, he aquí que tú también serás llamado Hefzi-bá(2), “porque mi deleite estará en ti”. Serás amado del alma del Padre. ¿Está enriquecido con todo tipo de bendiciones más allá de la concepción? Así serás tú, porque nos ha bendecido con toda bendición espiritual en Cristo Jesús, según nos escogió en Él. ¿Es Cristo exaltado? ¡Oh, cuán altivo es Él, quien fue levantado para sentarse sobre un trono alto y glorioso para siempre! Y te sentarás en Su trono con Él y compartirás Su exaltación mientras has compartido su humillación. ¡Oh, el deleite de ser coherederos con Cristo y con Él en la posesión de todo lo que posee! ¿Qué es el cielo? Es el lugar que sugirió Su amor, que inventó Su genio, que proporcionó Su generosidad, que Su realeza adornó, que Su sabiduría preparó, y que Él mismo glorifica. En ese cielo estarás con Él para siempre. Habitarás en el propio palacio del Rey. Sus puertas de perla y sus calles de oro no serán demasiado buenas para ti. Tú que le amas, permanecerás para siempre con Él, no cerca de Él en un lugar secundario, como un sirviente vive en el pórtico de la mansión de Su amo, será con Él en el mismo palacio, en la capital del universo.

 

En una palabra, los creyentes deben identificarse con Cristo para siempre. Eso me parece ser la vida misma y esencia del texto —con Él para siempre—; es decir, identificado con Él para siempre. ¿Preguntan por el Pastor? No pueden contemplarlo a la perfección excepto cuando está rodeados de sus ovejas. ¿Será el Rey ilustre? ¿Cómo puede ser eso si sus súbditos se pierden? ¿Preguntan por el Novio? No podrán imaginarlo en la plenitud del gozo sin Su esposa. ¿Será bendecida la Cabeza? No podría ser si se separara de los miembros. ¿Será Cristo glorificado para siempre? ¿Cómo puede ser si pierden sus joyas? Él es el fundamento ¿y que será si todo su pueblo no fuera edificado sobre Él a semejanza de un palacio? Oh hermanos, no habrá Cristo sin cristianos. No habrá Salvador sin Sus salvos. No habrá Hermano Mayor sin Sus hermanos menores. No habrá redentor sin Sus redimidos. Somos Su plenitud y Él debe tenernos con Él. Estamos identificados con el Siempre. Nada podrá separarnos jamás de Él. Oh, alegría, alegría para siempre. ¡Aleluya!

 

“Ya que Cristo y nosotros somos uno,

¿Por qué debemos dudar o temer?

Si Él en el Cielo ha arreglado Su Trono,

Él fijará Sus miembros allí”.

 

Dos o tres frases prácticas. Una palabra es esta: esta expresión: “con el Señor” debe comenzar ahora. Si ¿Deseas estar para siempre con el Señor? Debes estar con Él convirtiéndote en Su discípulo en esta vida. Quienes no estén con el Señor aquí, en esta dispensación; ninguno, vendrá a estar con Él en el más allá. Ocúpense, queridos oyentes, preocúpense de que este privilegio indecible nunca deje de ser suyos.

 

A continuación, todo cristiano debe buscar estar cada vez más con Cristo, para el crecimiento y la gloria de su vida, la que yace aquí. ¿Quieres tener el cielo abajo? Estar con Cristo abajo. Quieres saber de una vez ¿Qué es la dicha eterna? Conócelo viviéndola ahora con el Señor.

 

La siguiente palabra es, cuán claramente, entonces, el camino de la vida es estar con el Señor. Si quieres ser salvo pecador, debes estar “con el Señor”. No hay otra manera. Acércate a Él y aférrate a Él por fe. La vida yace ahí. Ven a Él con una fe humilde y llena de lágrimas. Ven de inmediato.

 

Y por último, ¿qué debe ser estar sin el Señor? ¿Qué debe ser estar en contra del Señor? Para ello llega a esto, “El que no está conmigo”, dice, “contra mí es” -estar para siempre sin el Señor, desterrado de su amor, de su luz, de su vida, de su paz, de su descanso y de su gozo. ¡Qué pérdida será esta! Que debería ¡Ser para siempre contra el Señor! Piénsalo: odiar a Jesús por siempre, conspirar contra Él por siempre, para siempre rechinar los dientes contra Él: este es el infierno, este es un tiempo infinito de miseria, estar contra el Señor de amor, vida y luz. Apártate de este curso fatal. Cree en Él, “Busca al Hijo, para que no se enoje, y perezcas en el camino cuando su ira se encienda. Bienaventurados todos los que ponen su confianza en Él”. Amén.

 

 

 

 

 

Nota del traductor:

(1) Hefestión: (griego antiguo: φαιστίων Hephaistíon; c. 356 a. C. - octubre de 324 a. C.), hijo de Amyntor, fue un antiguo noble macedonio y general del ejército de Alejandro Magno. Era “con mucho, el más querido de todos los amigos del rey; se había criado con Alejandro y compartía todos sus secretos”. Esta relación duró toda su vida.

(2) Hepsiba o Hefzi-bá (mi deleite está en ti): es una figura en los Libros de la Biblia. Ella era la esposa de Ezequías, rey de Judá, y la madre de Manasés de Judá. (2 Reyes 21. 1). En algunas versiones utilizan el nombre Hefzi-bá (Isaías 62. 4).

 

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